A quien pueda interesar
En 2010 el Gobierno de España adquirió y repartió entre las comunidades autónomas millones de dosis de la vacuna contra la gripe A, aquella pandemia que parecía proceder de México y que, aunque no fue comparable a la actual, dejó miles de fallecidos.
En un centro de salud urbano del área de Avilés su coordinador médico junto con esta servidora fuimos las primeras personas en recibir una dosis de dicha vacuna con luz y taquígrafos, y puedo asegurar que pocos compañeros sanitarios se decidieron a recibirla a continuación según comentaban escépticos.
Meses después millones de dosis sobrantes fueron desechadas y destruidas, al no encontrar ya más ciudadanos receptores dispuestos a pasar por el “temido experimento” de vacunarse.
Muy al contrario, en esta pandemia de covid-19 las vacunas son esperadas con avidez por la mayor parte de la población española, que la irá recibiendo escalonadamente.
Pero en esta ocasión también se da el caso de algunos trabajadores sanitarios que la rechazan por distintas causas, todas respetables. Por este motivo, y excepcionalmente, algunos veríamos con buenos ojos que los consejeros de Sanidad de las 17 comunidades autónomas junto con sus equipos directos recibieran oficialmente la vacuna anti-covid en esta primera fase de inmunización, para motivar a todo el personal sanitario a protegerse del temido coronavirus y porque además despachan a diario con trabajadores de los ámbitos asistenciales.
No es momento de rasgarse las vestiduras con la exigencia de dimisiones, ni de considerar como delincuente a un cardiólogo cuyo “terrible delito” ha sido recibir la primera dosis de la vacuna anti-covid por ser consejero de Sanidad.
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