El calvario de los pacientes de psiquiatría durante el covid-19
LA NUEVA ESPAÑA del domingo 24 de enero publicaba la triste noticia del fallecimiento de una señora del gijonés barrio de Nuevo Gijón que había tomado la triste decisión de poner fin voluntariamente a su ciclo vital (lo digo así, para restarle aspereza a tan triste asunto).
Ya sé que para la medicina la química cerebral es aún hoy un misterio lleno de incógnitas a resolver; eso lo doy por válido, pero no es menos cierto que el trato que reciben las personas con trastornos o dolencias psíquicas aún deja mucho que desear. Conozco bien de cerca la situación de personas con cuadros depresivos, como supongo que sería el de la señora que da pie a la noticia, y me atrevo a decir que estos pacientes no están atendidos como debieran. Aquí, en Gijón, en el tema de psiquiatría, supongo que por falta de personal especializado en la materia, uno se puede pasar días y semanas llamando a su centro de salud en petición de atención y la respuesta es nula: no se les llama, ni siquiera para dedicarles un minuto en escuchar su situación y tratar de modificar su medicación para hacerles la situación más soportable hasta la consulta precitada. Así no es de extrañar que algún paciente harto de ver que su vida no tiene sentido ni encuentra quién le haga ver que sí la tiene acabe un mal día por tomar la decisión de abrir la ventana y decir: “Ahí te quedas, mundo ingrato”. Falla todo. En el Hospital de Jove está la unidad de Psiquiatría para la zona de Gijón, pero, según mi opinión, falla el que en una misma sala mezclan a esquizofrénicos, drogodependientes y personas con cuadros depresivos que nada tienen que ver con los anteriores. Si a eso sumamos que cuando caen en una depresión profunda se les dan largas en vez de atenderles, pues qué se puede esperar de algunos: “Ventana abierta y al vacío”. Supongo que todo es cuestión de dinero. No hay más médicos ni más dependencias sanitarias porque, a mi entender, el dinero se nos va en pagar políticos, asesores de los políticos y toda una tropa de gente que vive del pesebre estatal sin justificación alguna.
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