Entre la insatisfacción y la frustración
La evolución y el progreso siempre se han movido entre la insatisfacción y la frustración, sin llegar nunca a esa satisfacción que nos detiene atontados. Porque, de alguna manera, la satisfacción está en la actividad y en saber que debemos hacer lo que estamos haciendo. Pero, en el inicio de esa actividad, siempre estará la insatisfacción. El ser humano, tras ascender una colina, se para satisfecho, pero ve una nueva colina lejana y quiere averiguar qué hay tras ella, y no se queda satisfecho hasta llegar a ella. La frustración sí que te inmoviliza dejándote insatisfecho sin ver salida, llevándote a caminos desesperados; muy distintos a los que mantienen la esperanza de llegar a una satisfacción sin violentar a nada ni a nadie. Porque, cuando te arrebatan la esperanza, solo queda asumir la frustración, si es que no te educaron en la tolerancia a la frustración. Escuché a una pedagoga decir que, tal y como evoluciona el mundo, se debe educar en la tolerancia a la frustración. Pues, en el futuro, desaparecerán ocupaciones enteras y otras se modificarán en muy poco tiempo. Algunas ocupaciones la Inteligencia Artificial y los robots las realizarán de forma tan competente que no tendrá sentido emplear humanos. ¿Qué resolvemos para que tal trajín no acabe en una frustración que lleve a la acción desesperada tras no poder competir con la Máquina?
No podemos demandar como derecho humano la satisfacción, porque no sería congruente. Por lo mismo, no podemos demandar al Estado un nivel alto de satisfacción. Pero sí debemos demandar un sistema que, manteniéndonos en la insatisfacción, nos permita alejarnos de la frustración. ¿Cómo lo hacemos, qué proyectos, qué propuestas hay? Porque las que instituyó Adam Smith ya no valen.
La historia del siglo XX es muy interesante para aprender y no caer en errores si la analizamos en estos términos. En 1930 una de las sociedades más cultas de Europa fue obligada a ir a una mezcla sólida de insatisfacción y frustración, de tal forma que, frustrada e insatisfecha, llena de necesidades y sin esperanza, se lanzó al camino que todos ya sabemos para sobrepasar su frustración. No es por tanto extraño que terminada la Segunda Guerra Mundial gente inteligente y con visión de futuro viera la necesidad de cambiar las cosas. Por lo que no solo creó el Estado del bienestar, sino que creó la Unión Europea. No se puede frustrar a las personas sin permitirles una posibilidad de esperanza a la superación de su insatisfacción. Para lograrlo, deben estar todas activas: con empleos, seguridades y garantías. Cuando Adam Smith contrate a la Máquina, ¿cómo se repartirá la riqueza? Y, si no la contrata, todo será frustración y ruina.
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