Ironías de la geología
Tiembla estos días Granada. En diez días más de cien seísmos se han sentido en su área metropolitana, el más intenso de 4,4 grados en la escala de Richter. Los sismólogos achacan los temblores al acercamiento entre las placas tectónicas Africana y Euroasiática.
Ironías de la geología; mientras nosotros construimos vallas, instalamos concertinas, patrullamos el Estrecho, abrimos CIEs en los que se priva de libertad pisoteando derechos y fletamos aviones para repatriar, el suelo que pisamos se empeña en acercarnos a quien queremos mantener lejos. La aproximación es lenta –5 milímetros al año–, pero inevitable. Haríamos bien en ponernos a discurrir porque en tres millones de años (un visto y no visto si se considera la edad de la Tierra, 4.500 millones de años) habrá que cambiar la toponimia, borrando de los mapas el Estrecho y buscando nombre al nuevo continente.
No sé si para entonces nuestra especie andará todavía dando trastazos por el planeta, y en el improbable caso de que así sea, si aún seguiremos empecinados en trazar fronteras y defenderlas como si no existiese alternativa. Este humilde opinante piensa que sí la hay, y que enriquecería nuestra sociedad el dejar de tratar de extraño al extranjero.
Para muestra, un botón... Hoy me tocó hacer varios recados en la ciudad: pasar por el banco, recoger a los niños de la escuela, acudir a consulta con el médico. ¿Saben quién fue el único desconocido que me sonrió en toda la jornada? Un joven magrebí, que salía de un centro para solicitantes de asilo, y al cruzarse conmigo me soltó risueño: “¡Qué pedazo de día hace hoy!”.
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