Orgullo de padre y valoración del sistema educativo
Escribo estas notas como padre orgulloso de una hija que acaba de recibir de la Universidad de Oviedo, en un acto escenificado en estas fechas, el Premio Fin de Grado de Ingeniería Civil de la promoción 2020, premio al mejor expediente de la promoción.
Un grado de unas 50 asignaturas, impartidas y evaluadas por un conjunto de varias veces ese número de profesores, y obviamente, por la cifra, es de suponer que de los más variados puntos de vista, filias, fobias y opiniones sobre todos los diversos temas, pero todos de acuerdo en una cosa: en las notas que le pusieron y en el respeto que les mereció su talento y su esfuerzo continuado, que al final determinaron este reconocimiento.
Varias veces 50 profesores, con toda seguridad probados profesionales con respeto por sí mismos, por su labor, por su profesión, que seguramente no regalan sus calificaciones, enseñan, preparan, transmiten sus conocimientos y contribuyen a sacar a la sociedad adelante con su preparación de la juventud, asegurando la profesionalidad de la sociedad a través del tiempo y las generaciones. Y sacan adelante a toda nuestra juventud que quiera aprovechar esa oportunidad. Sacaron adelante a mi hija, más allá del premio, haciendo de ella con su dedicación como profesores, una ingeniera civil en el punto de salida. Y a todos sus compañeros de promoción.
Mi reconocimiento y mi agradecimiento, como padre y como miembro de la sociedad asturiana, a la labor de todos ellos, y a la Universidad como vehículo. Tanto por mi hija como por el resto de nuestra juventud. Así como a todos los profesores que tuvo en Primaria en los colegios públicos de La Llamiella en Langreo y Buenavista I en Oviedo, y en el Instituto Alfonso II de Oviedo, que están todos ahí, en los logros de ella, como todo el conjunto de la enseñanza Primaria y Secundaria de Asturias lo está en el caso de todos los estudiantes de la Universidad de Oviedo.
Como español y como asturiano me siento satisfecho de nuestro sistema educativo, público y privado en conjunto, al que con sus luces y sus sombras y siempre mejorable como todo, le debemos que tengamos a nuestro alcance a todos los profesionales que sacan nuestros asuntos adelante: médicos, enfermeros, abogados, ingenieros, cámaras de cine, electricistas, cocineros... físicos o biólogos... o empresarios o profesores. Y la Universidad de Oviedo, además, al hacer esa labor con nuestros hijos, permite que la juventud de Asturias tenga esa oportunidad de acceder a esas titulaciones, que en muchos otros países muchos de sus jóvenes no tienen. Evidentemente, nuestros jóvenes son unos privilegiados y creo que, de rebote, todos somos beneficiarios de ello. Es un mérito que le reconozco a nuestro sistema educativo, de momento y mientras dure. Deberíamos de cuidarlo, creo.
Creo que la Educación Primaria y Secundaria están también detrás de la paz social y el grado aceptable de civismo de nuestra sociedad, que nos permite salir adelante mal que bien, además de sentar la base para la formación de buenos profesionales. En resumen, yo diría que, gracias a este sistema educativo a modo de cimientos, a día de hoy se goza por estos lares del grado de bienestar social del que se goza, y la falta de un sistema semejante en algún otro país hace que lleguen a nuestras costas las pateras cargadas de personas sin esperanza en esos países. Y que cuando nuestra juventud emigra buscando también mejores horizontes, lo haga como profesionales titulados preparados y bien valorados en los países de acogida. Cuidémoslo.
Mi felicitación algo atrasada finalmente a todos los egresados 2020 de todas las titulaciones de la Universidad de Oviedo, y una felicitación especial a los premios fin de grado.
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