De Eva a las tres Marías
Lamento tanto la entrada en vigor de la nueva ley de salud sexual y reproductiva como la no ratificación por la Santa Sede ante las Naciones Unidas de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
Todos vamos en el mismo barco y debe darse dignidad a la mujer desde donde se encuentre, tanto proporcionando ayudas a la mujer embarazada o reinsertando a las mujeres que ejercen la prostitución, cada una lleva su historia, como la perfecta María, la María de acción contemplativa, hermana de Marta, y la María Magdalena, la pecadora a la que Saramago cambia su papel, convirtiéndola en el mismo Cristo encarnado, porque Dios es para hombres y mujeres.
Ojalá nazcan nuevos Saramagos, no por sus críticas acertadas o no, sino por su humanidad en ese ahondar en la búsqueda de la verdad y la justicia en un mundo mejor que el que él dejó. Es admirable las dedicatorias de sus libros a su mujer, Pilar, definiéndola como agua, en ella encontraba su refugio, lo que todos necesitamos por naturaleza.
La comunidad de creyentes podemos aprender por medio de él esa trascendencia y llegar a la raíz del ser cristiano en medio del mundo, salir de los estereotipos amando y no condenando.
Luchar por la ciudadanía de las mujeres va mas allá de la paridad en el Parlamento o pedir el sacerdocio de las mujeres. El empoderamiento de las mujeres está más cerca, superando ideologías y adoctrinamientos que eliminen la persona o las silencien haciéndolas invisibles.
Existe una clara vinculación entre los déficit económicos de las mujeres y la práctica de la prostitución y el aborto, nuevas esclavitudes y tratos vejatorios, no libre elección.
Es en la capacidad de acoger al otro (cualidad muy femenina) la que puede transformar el mundo, salvo que queramos convertirnos en un campo de refugiados, donde los no nacidos serán daños colaterales y las mujeres pierdan su identidad. Corazones apasionados, inconformistas y disidentes, más que personas simpáticas.
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