¿Más lobos en Asturias?, ¿qué objetivo tiene?
Con las expectativas puestas en un crecimiento real, interesa preguntar para saber qué población lobera puede albergar el Principado y dónde, sin producir incidencias destacables difíciles, cuando menos, complicadas de resolver. A nadie se le escapa que una abundante o excesiva densidad de este cánido salvaje facilitaría la creación de mayores problemas.
No se ha explicado con suficiente claridad para convencer, en razón de qué y por qué, la necesidad de mantener un incremento sostenible del expansionismo de asentamientos y colonización de este formidable depredador, sin querer medir bien sus consecuencias. No es posible justificar este empeño por el interés ideológico de unos pocos, o que algunos llamados expertos, no siempre acertados en sus predicciones y de argumentos que a veces chocan con la realidad, hayan dictado algo que no es imprescindible. Es lo que se estima un hecho insolidario para con un mundo rural que sufre de penalidades que le han supuesto un coste muy alto. Distinta es aquella sociedad urbana, con evidente tendencia a sentir inquietudes de fuerte trazado ecologista, más que otras prioridades que no les llegan cercanas y se desentienden.
En este estado de cosas, tampoco la caza, las especies cinegéticas, en particular, se quedan al margen de sufrir los avatares perjudiciales que supone la necesidad nutricional de este voraz carnívoro en cuestión. Contribuye a sostener esta realidad objetiva la contundente evidencia de los datos que demuestran el efecto destructor que producen sus ataques en la fauna cinegética asturiana, motivo de constituirse en un razonable factor preocupante para el sector, y, con ello, la llegada de un clima de malestar. Nada tiene, pues, de extraño, que las gestoras de la caza social, en previsión de lo que pueda suceder, hagan llegar sus temores ante la Administración.
Una población taxativa básica y sostenible de un animal silvestre que nadie quiere perder, gestionada desde un ordenamiento ajustado, sería suficiente garantía de continuidad y para una convivencia estable entre dos mundos contrapuestos. En Asturias no se necesitan más lobos. Cuarenta manadas son más que suficientes.
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