La buena gente
Hace mucho tiempo que no escribo nada en esta sección de Cartas, los motivos en realidad, son personales, la vida da vueltas y vueltas, y la cabeza tiene que estar centrada y clara para escribir; hoy voy a intentarlo, dentro de mis posibilidades, y hoy más que nunca, por el motivo que al final detallaré, vamos a acordarnos de la buena gente.
Siempre que vemos gente que nos encontramos por las calles, por los pueblos, por el mundo, vamos desmenuzando sus actos, sus formas de ser, unos a simple vista nos caen mal y luego son bellísimas personas, y otras muchas que pensamos buena gente te defraudan una y otra vez, unas veces porque son ellos los que te engañan o defraudan y otras muchas es culpa nuestra, por ser confiados y esperar algo más de ellos; esto sucede cada día y en cada lugar del mundo, la vida es así. Hace ya unos veintiún años llegue a una empresa, la cual no voy a mencionar su nombre, porque la verdad no viene al caso y porque algunas personas de allí me merecen mi mayor respeto. Me intenté integrar, convivir y relacionarme con todo el mundo, con unos más que con otros por ser más afines a mi persona; pocos meses después fallece la madre del jefe de taller, la empresa envía una corona en su nombre a la familia, y yo hablo con todos los compañeros y escotando entre todos enviamos otra corona en nombre de los compañeros de su hijo. Ahí nació una bella costumbre entre el grupo de trabajadores de dicha empresa, en la que todos los trabajadores aportaban su granito de arena en apoyo de un compañero. Los meses. Los años van pasando. Padres, madres, abuelos, hermanos y hermanas de los trabajadores van falleciendo y nosotros simplemente con ese detalle demostrándoles que estábamos a su lado en ese momento. Por desgracia, hace como un mes, fallece muy joven el jefe de taller, una vez más la unión de todos volvió a demostrar que una cosa que nació con su madre, veinte años después, aún continúa. Hoy, día 3 de febrero, entierro a mi madre, con la mayor de las tristezas del mundo, y en cada ramo que llega, cada corona, cada flor que envía la gente, miro las dedicatorias, y de dónde provienen y en ninguna de ellas aparece nada de mis compañeros, ni un gesto, ni un ramo, ni una pobre flor. Quizás el ciclo se acabó, o bien conmigo se acabó “la buena gente”. Muchas gracias al resto, por estar a mi lado en este difícil momento.
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