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De don Quijote a la barbería

8 de Febrero del 2021 - Ramiro Fernández Alonso

Se dice que “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Los peluqueros tratamos de hacer gala de ello recordando la evolución del gremio, desde aquellos barberos parleros al psicoesteta de hoy, conscientes siempre de la gloriosa frase que nos dejó escrita el ilustre poeta y dramaturgo Lope de Vega: “Quien mira lo pasado lo porvenir advierte”.

Quizás ahora más que nunca es fundamental coordinar todas las sensibilidades de nuestro oficio, es decir, la innovación, la creatividad, la cultura y la rigurosidad con nuestra historia. Los profesionales de la peluquería somos trabajadores y luchadores. A diario recordamos la transformación, desarrollo y progreso de nuestra actividad y tratamos de prestigiarla dentro de la exigencia que nuestra sociedad cambiante, competitiva y actualizada nos demanda.

Hace décadas me propuse recopilar y conservar antiguos objetos de barbería que han ido conformando una modesta colección que está a la vista de cuantos visitan mi salón de peluquería. Entre ellos no faltan las bacías, unas palanganas metálicas o de cerámica de borde ancho y con una hendidura para apoyar el cuello de la persona a la que iban a afeitar los barberos allá por el siglo XVI y que hasta principios del siglo XX se convirtieron en un elemento identificador de las barberías, pues muchas lucían colgadas en sus fachadas.

SUMARIO: La humilde labor de la barbería reflejada en la magistral obra de Cervantes

DESTACADO: Don Quijote le quita a un barbero su bacía y la toma por un yelmo; fuera bacía o fuera yelmo, para él era símbolo de dignidad, para los peluqueros, nuestra particular corona

Esa bacía cóncava viene reseñada en el capítulo veintiuno de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", la magistral obra de Miguel de Cervantes cuya primera edición data de 1605. Lo más granado de la literatura universal que dejó plasmado para la eternidad nuestra humilde labor en la entrañable barbería. Don Quijote le quita a un barbero su bacía y la toma por un yelmo. Más adelante, el barbero llega por casualidad a la venta donde está don Quijote rodeado de gente, ve su bacía y quiere llevársela, pero Alonso Quijano, indignado, se niega y pone en cuestión la esencia del objeto y la propiedad del mismo. ¿Cómo probar que una bacía colocada en la cabeza no es un yelmo? Los traviesos parroquianos, para divertirse, dan con el único criterio objetivo para establecer la verdad: el voto secreto. Todos participan en la votación y el resultado no da lugar a equívocos. Confirman que es un yelmo que incluso don Quijote llega a emplear como espejo vuelto del revés, pues en él se reflejaba su cara distorsionada, estilizando su barba puntiaguda.

Fuera bacía o fuera yelmo, para don Quijote representaba el símbolo de la dignidad y a la vez le protegía; de hecho, casi siempre sale airoso de las mil batallas a las que se enfrenta en la novela. Y es que el Caballero de la Triste Figura, como le llama Sancho, tenía una máxima que quisiéramos la mayoría: saber que no hay mayor grandeza humana que vencerse a sí mismo para vencer siempre en la vida. Nosotros, los peluqueros, tenemos algo que nos enorgullece, la bacía que don Quijote llevó en su cabeza, nuestra particular corona, parte para siempre de la historia.

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