La pérfida Albión, el pirata y la vacuna
Cuando el futbolista David Beckham jugaba en el Real Madrid, la prensa inglesa deportiva y la generalista solían destacar, por encima del análisis de los encuentros deportivos, la figura del jugador emblemático para ellos, David Beckham. Recuerdo un titular destacado por el periódico deportivo “Star Sport”, en primera plana y en grandes letras, al día siguiente de un partido: “Beckham, 1. Sevilla, 0. Luego venía el análisis de lo que fue el encuentro.
Su jugador emblemático fue, durante mucho tiempo, el verdadero embajador del Imperio Británico en ese país tercer mundista que, para ellos, seguía siendo España. En los 4 años que vivieron en Madrid, la pareja Beckham no consiguió (o no quisieron) aprender una palabra de la lengua de Cervantes y su esposa, Victoria Beckham (ya sabéis que en las “progresistas” islas británicas, la mujer cuando se casa adopta el apellido del marido), solía destacar en las entrevistas que España “no le gusta porque solo huele a ajo”.
Gran Bretaña fue miembro de la UE durante 44 años. Fue una “piedra en el zapato” en la construcción europea. Nunca creyó en el proyecto, entre otras cosas porque no quería transferir soberanía de su legendario “I’m British” y porque, ¡cómo se iban ellos a equiparar a mierdas de países como Italia, Portugal o Grecia...!, ¡faltaría más! Hasta que llegó el brexit.
Nada presagia que las relaciones entre británicos y UE, entre Londres y Bruselas, serán fáciles en el futuro. No solo porque, a pesar de que las largas y agotadoras negociaciones estuvieron precedidas de la desconfianza mutua, la campaña para el brexit en territorio británico se construyó sobre una gran mentira, al estilo Trump. Y porque, si bien es cierto que David Cameron nunca creyó que el referéndum saldría adelante, el populista y demagogo que hoy se sienta en Downing Street 10 siempre apostó por ello desde que fue alcalde de Londres y ahora debe convencer a los súbditos de su majestad de que la salida es lo mejor que ha hecho el Imperio desde la Segunda Guerra Mundial. Nos espera un largo y penoso posbrexit, porque Johnson y los suyos tienen que mantener encendida la llama del British First.
La vacuna contra la pandemia está poniendo a prueba y marcando el paso de lo que serán las futuras relaciones. Tras saltar el escándalo de los contratos firmados por la farmacéutica AstraZeneca (empresa sueco-británica) a la que los ciudadanos europeos le hemos dado 336 millones de euros, de nuestros impuestos, para acelerar la investigación de la vacuna y su producción como pago para el suministro de 300 millones de dosis, más 100 millones adicionales (según contrato hecho público). Ahora resulta que, ¡La vacuna es nuestra! Claman todos los tabloides británicos.
No solo la prensa afín al gobierno conservador/populista, me sorprendió sobre manera que “The Guardian” se sumara al “aquelarre” anti Bruselas: “La UE exige las vacunas británicas”, fue el titular más “comedido”, porque la otra prensa conservadora y la sensacionalista competían en el terreno del insulto, similar a los momentos más álgidos del brexit: “La egoísta UE”, “Nos quieren robar nuestra vacuna”, “UE quiere secuestrar nuestra vacuna”, “¡Egoístas, esperar vuestro turno!”. Nada sobre la necesidad de cumplir los contratos por parte de la empresa. Otra vez la mentira y las medias verdades toman la calle en Gran Bretaña. El pirata Boris Johnson, después de que sus huestes mediáticas salieran en tromba, optó por un tono “conciliador” en respuesta oficial a las demandas de la UE. Desde Bruselas se pedía a la multinacional farmacéutica que “las dosis solicitadas, prefinanciadas y pactadas en contrato, se entreguen lo antes posible” y “queremos solamente que nuestros contratos se cumplan plenamente”. Ninguna referencia a la “pérfida Albión”. Bruselas se ha mantenido en el terreno contractual entre una entidad jurídica que representa a 27 estados y una empresa que amenazaba con no cumplir su contrato.
En estos días en los que Europa “surfea” por su tercera ola epidémica, esta viene acompañada de la variante británica. La cepa británica que, según los científicos, es mucho más contagiosa y letal que la cepa original, incluso que la variante sudafricana. Los sufridores europeos nada hemos dicho al respecto, ni siquiera hemos acudido al chiste fácil, pero, ¿alguien tiene alguna duda de lo que habrían dicho los tabloides y políticos británicos si la variante hubiese nacido en algún país de la UE y estuviera afectando a sus ciudadanos?
Este no es un conflicto con Gran Bretaña, a pesar de que ellos quieran presentarlo como tal, es la exigencia de UE a la empresa anglo-sueca, para que cumpla su contrato ante el anuncio por parte de la multinacional farmacéutica de retrasos en su suministro y la sospecha de su desvío a terceros países. Bruselas ha hecho público el contrato firmado con el gigante farmacéutico. Londres no. Se resisten a ello, al más puro estilo pirata a pesar de que el artículo 13,1.e del acuerdo firmado por la UE y AstraZeneca dice literalmente: “AstraZeneca garantiza que no tiene ninguna obligación contractual o de otro tipo con ninguna persona o terceros respecto a las dosis iniciales pactadas con la UE”. Blanco y en botella.
De esto no se habla en los tabloides británicos. Todo lo contrario, se blasonea por parte del pirata Johnson: “Gran Bretaña tiene garantizadas cinco dosis para cada ciudadano, cuando terminemos la vacunación seremos generosos con terceros países”. Puro lenguaje imperial. Gran Bretaña, 5. Unión Europea, 0, y esta vez sin Beckham.
Mientras todo esto sucede en la Europa de los ciudadanos, si usted dispone de 50.000 euros ya puede contratar unas vacaciones de lujo con vacuna incluida en Florida, Emiratos Árabes o India. Los potentados de los países de América Latina, como sus homólogos del barrio de Salamanca en Madrid, ya preparan sus maletas para beneficiarse, una vez más, del esfuerzo que otros hemos hecho con nuestros impuestos para sacar adelante las vacunas que terminaran con la pesadilla. Las colas no son para los ricos... ni para algunos políticos, generales, obispos... (estos últimos con la ventaja añadida que no tienen que desembolsar 50.000 euros).
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