Carta abierta al señor diputado Isidro Manuel Martínez Oblanca
Quisiera referirme al actual “trending topic” de la política asturiana, el excelentísimo señor diputado don Isidro Manuel Martínez Oblanca, a través de su periódico y con su permiso.
Permita que me presente. Soy el típico ciudadano “currante”, orgulloso de su “tierrina” y, como tantos de su generación, “leyenda urbana” trabajando en el resto de España y parte del extranjero cuando las circunstancias obligaron, como exigencias del guion provocadas por décadas de mediocridad de los políticos asturianos que, en ambos bandos, lincharon a sus “ilustrados”, desde Pedro de Silva hasta Álvarez-Cascos (únicos políticos asturianos que parecen haber leído a Jovellanos), o yéndonos más allá de los Picos de Europa, a Adolfo Suárez o Julio Anguita, al grito de ¡quítate tú que me pongo yo!, para dejar los partidos manejados por ni-nis... así vamos.
Soy un privilegiado, proveniente de familia de izquierdas, de esa izquierda de la cultura del esfuerzo y afán por dejar algo mejor que lo que encuentras. Mis padres, trabajando como bestias, nos dieron todo a mi hermano y a mí, llevándome en brazos hasta terminar una carrera de Ingeniería Técnica. Después, visto el esfuerzo de mis mayores, trabajaba y estudiaba para sostener a mi familia, terminé Ingeniería Superior, esfuerzo que me ha dado cuanto tengo: el pan de mi familia y de cientos de miles de familias que cumplieron el mejor tramo de su vida laboral gracias a la misión y visión de Asturias y España de Francisco Álvarez-Cascos. Gracias a su plan de infraestructuras creció y resistió el tejido empresarial español de la construcción casi dos décadas.
Hoy se llama facha al que ama a España, como en el siglo XVIII se llamaba afrancesados a los que traían ideas distintas al absolutismo, que terminó, desastre tras desastre, perdiendo las colonias.
Hoy, con esta generación de políticos no ya incultos sino ágrafos, están en cuestión el Estado autonómico y la propia identidad como nación.
El diputado Oblanca, hasta hace cuatro días al menos, juraba que todo cuanto había logrado en política se lo debía a Álvarez-Cascos, menudo fracasado vasallo para una vez que ha habido buen señor. El diputado Oblanca no es mejor que la exdelegada del Gobierno o el expresidente del PP asturiano, político fracasado donde los haya, ambos dobles agentes de Génova en el movimiento pre-Foro hace más de diez años. Fueron felones, como hoy lo es el diputado Oblanca; seguro tendrá virtudes, conocidas en su casa, pero la lealtad no es una de ellas. No hay nada peor en la vida que ser desleal y tampoco nada peor en la política que ser chaquetero por la silla.
Debería, el diputado traidor, haber aprendido algo de su mentor; saber marcharse a casa con la cabeza alta en vez de doblar la esquina y volver a entrar por la puerta de atrás.
Fue uno de tantos que llamaron al señor Álvarez-Cascos a su casa para promover su vuelta a la política, a lo mejor hoy de eso también se desdice y jurará que fue al revés; hoy se ve que no era tanto por Álvarez-Cascos como por los votos que este traía. Era un ejercicio egoísta, por volver al machito, al cargo público.
Y dígame, sus compañeros hoy, los mismos que querían impedirle no ya llegar al Congreso de los Diputados sino a las listas… ¿estos son sus amigos?, ¿de verdad? Su traición a quien se lo dio todo suena más a política de alcoba, a chismorreo de alcahueta que a convicciones. El karma existe y sabemos adónde van Foro y usted con esta acción: usted, de regreso a su profesión, dignísima, de ATS; Foro, a echar el cierre. En justo premio.
Atentamente, un asturiano de la Cuenca.
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