Gratitud
Cuando alguien querido se va, los sentimientos se desbordan, los recuerdos vividos renacen y sucesos pasados recobran nitidez. Qué necios somos, solo ante la muerte nos damos cuenta de lo que de verdad importa.
Mi amigo Manolo supo valorar lo primordial, la familia y los amigos, y disfrutar de las cosas cotidianas.
Su trabajo era parte de él mismo, recuerdo cuándo le ofrecieron compaginar lo público con lo privado. A los amigos nos pareció genial, nuestro comentario fue, siempre viene bien un dinero extra; nos miró con enfado, nos hizo ver que un médico no solo pasaba consulta, que sus enfermos merecía más que eso y que su obligación era saber lo máximo sobre la enfermedad que los aquejaba. Nunca contó el número de horas que dedicaba a estudiar.
Él, maño de nacimiento, luchó por la sanidad más que muchos asturianos, se enfrentó a políticos, colegas e incluso amigos en defensa de la radioterapia en Gijón. Hoy nadie pone en duda su utilidad.
Si como profesional alcanzó nivel máximo, y fue un orgullo, como persona no tenía parangón. Más que un amigo fue un hermano, tenía el don de saber cuándo se necesitaba su presencia y apoyo.
Se fue, pero mientras vivamos formará parte de nuestros recuerdos; el legado que deja a su familia es grande en amor y buen hacer en su paso por esta tierra.
Gracias, Manolo Gracia, por formar parte de nuestras vidas.
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