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Una tabla de salvación: la esperanza

13 de Febrero del 2021 - José Antonio Flórez Lozano

“La esperanza es el sueño del hombre despierto”. Aristóteles, filósofo (Estagira, 384 a. C.-Calcis, 322 a. C.).

En estos días críticos en los hospitales y en los centros de salud, en que están al borde de la saturación, el virus nos golpea despiadadamente. Los médicos hacen de funambulistas sobre una cuerda a punto de partirse; las camas libres escasean y en la UCI casi no hay más sitio para enfermos de covid-19. En fin, hemos pasado en un santiamén del hedonismo a la infelicidad; estamos hibernados en una rutina desesperante, como la marmota; tenemos el “síndrome del día de la marmota”. Vamos de sobresalto en sobresalto; una vez más la realidad supera a la ficción; hartos y tristes, surge con todo su vigor el virus de la desesperanza. Y el virus ha puesto al descubierto la vulnerabilidad del ser humano. En efecto, tenemos grandes dificultades para manejar toda la explosión emocional generada; necesitamos una cura de humildad. Y, tal vez, la tabla de salvación es la esperanza.

SUMARIO: Sobre la vulnerabilidad del ser humano

DESTACADO: En la lucha contra el covid-19, un fármaco imprescindible para el paciente y el propio médico es inspirar esperanza

El Premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez Esquivel, dejó escrito en su libro “Resistir en la esperanza”, lo siguiente: “La madrugada y el sol comenzaban a despertar de una noche llena de presagios e incertidumbres; permanecía encadenado sin capacidad de cualquier movimiento, sin respuesta a mis preguntas; solo miradas furtivas y el susurro de sus conversaciones, me preguntaba si había llegado al límite de la vida”. Seguramente, este autor no se refería al coronavirus ni a la crisis universal que estamos sufriendo; pero su texto parece que refleja nítidamente lo que sucede en la actualidad; es decir, médicos en la primera línea de combate, sin respuestas, con miradas furtivas, visiones apocalípticas, llenos de presagios, incertidumbres, angustia, estrés y desesperanza.

La esperanza nos salva de la tristeza. La esperanza es un “destello deslumbrante”, una especie de santuario interior presente en la vida de cada persona; es un estado de energía mental que disuelve las sensaciones de incertidumbre, propias de esta lucha hercúlea contra la covid-19. La esperanza nos salva de la tristeza profunda y de la desesperación. Sin embargo, escuchar las noticias todos los días con los datos de contagiados por SARS CoV2 y el número de fallecidos nos anestesia el alma y nos conduce a la desesperanza. El miedo, la incertidumbre, el dolor y la muerte se suceden de continuo, como una mezcla explosiva que deriva en la desesperanza y en el pesimismo. En circunstancias como estas, no es difícil perder la esperanza. Y, entonces, surge el abandono de uno mismo y, por extensión, del paciente. La lucha del médico contra el tsunami del covid-19 ha provocado sentimientos de angustia, dolor, impotencia y desesperanza, y genera síntomas de estrés y ansiedad. Y, curiosamente, son estos sentimientos los que permiten crear refuerzos psicológicos para afrontar la covid-19 y llenarse de esperanza.

Un fármaco imprescindible. La esperanza es la medicina idónea para el alma. En la lucha contra el covid-19, un fármaco imprescindible para el paciente y el propio médico es inspirar esperanza y ello supone nuestra presencia y una aceptación incondicional, al mismo tiempo que tolerancia, paciencia y conocimiento de la enfermedad. El virus económico actúa paralelamente con el covid-19; una mezcla explosiva. Pero no vamos a desfallecer, al final el débil rayo de luz se va a transformar en un día radiante, lleno de ilusiones y oportunidades. Como el ciclista a punto de desfallecer en el alto de un puerto de primera categoría, sacaremos fuerzas para llegar y coronar, porque en medio de la crisis surge la esperanza. Frente a la incertidumbre, la falta de control, el miedo, la desesperanza y la impotencia, pueden surgir con toda su fuerza y eficacia, la esperanza y el optimismo. La esperanza se produce cuando deseamos y creemos que podemos lograr algo que queremos.

Es una actitud positiva que tiene beneficios en sí misma. Si eres una persona con poca esperanza, es el momento de hacer algo para descubrirla y aumentarla. La esperanza nos empuja a actuar, nos ayuda a sobreponernos, a tomar decisiones y nos mantiene motivados. La esperanza va acompañada de emociones positivas, como entusiasmo, felicidad o confianza y nos hace más amables, más pacientes y amistosos con los otros. La falta de esperanza es el vaciamiento psíquico y, por lo tanto, todos los comportamientos y el funcionamiento mental se ven ralentizados o inutilizados. La esperanza no solo establece un vínculo con el prójimo, sino sobre todo con un ser superior, es decir, con Dios. Podemos retroalimentar la esperanza con el apoyo emocional de los amigos y familiares, con la fortaleza de nosotros mismos y con la certeza de salir adelante en medio de este páramo de desolación. Para el médico, y para todos nosotros, la esperanza es una tabla de salvación que permite dar un significado más positivo a la crisis del covid-19 y a la vida misma, a fin de obtener la fortaleza psíquica que se requiere para continuar viviendo, amando y trabajando. La esperanza nos conduce, nos guía, nos supera y nos alienta. Debemos aprovechar esa tabla de salvación: la esperanza.

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