La Nueva España » Cartas de los lectores » Leyendo a Polibio

Leyendo a Polibio

11 de Febrero del 2021 - Antonio Parra (Cuideru)

Leo una recensión del historiador griego que contó la vividura de las guerras púnicas y fue testigo ocular del asedio a Numancia, nueve años de bloqueo, y los numantinos prefirieron suicidarse antes que rendirse a los extranjeros, 153 a. c Polibio, que fue contemporáneo de los hechos y seguramente formó parte de la plana mayor de Publio Cornelio Escipión el africano debió de estar allí y cuenta los hechos con una objetividad pasmosa.

Quince mil iberos prefirieron arrojarse al fuego de una hecatombe en el foro de la ciudad antes que rendirse al yugo extranjero. Sus descendientes los celtíberos de ahora jamás imitarían a los numantinos.

Están medio lelos con esto de la pandemia y, acojonados, nos largan el bien rollito del buenísmo. Polibio, con ese clásico golpe de vista que tienen los mejores historiadores, con estilo gnómico y sentencioso, cuenta la historia con la concisión y precisión de un narrador de altura, casi como un reportaje como aquel que dice.

Aquellos moradores del alto cerro defendido por una cárcava abismal se enfrentaron al Escipión Africano, el que derrotó a Aníbal Barca. El que pasó los Alpes a lomos de un elefante.

Yo estuve en Numancia hace muchos años, escribí uno de mis primeros reportajes. Alto de un cerro pelado todavía quedaban columnas basales ruinas de un templo y las lajas de las calles empedradas (strata). Era por San Juan y el sol pegaba de firme. Caída la tarde, admirado por la gesta de mis antepasados me fui a ver saltar la hoguera a los paisanos de Pedro Manrique.

Pisaban las brasas y no se quemó ni uno.

Soria guarda misterios solemnes y sublimes de la patria viejo reducto de los várdulos, vacceos o vascos los ancestrales pobladores de España. Fue Cornelio Escipión el Africano a cuyas legiones aquellos trogloditas recién salidos de la Edad de Piedra a quien se enfrentaban aquel que gritaba delenda est Cartago.

Una voz interior a mí me decía no puede ser. Aquellos españoles eran de otra pasta. Hoy se escucha por los rincones de nuestra nación sumida en los de la peste una similar proclama.

–Delenda est Hispania... destruyamos España.

Parece ser que estoy viendo su enemigo declarado aquel cartaginés que de niño fue obligado por su padre Amílcar Barca a jurar odio eterno a los romanos, a Aníbal acometiendo la subida a los Alpes con sus elefantes y la impedimenta de un ejército formado por cien mil hombres.

Las legiones lo pararon en Cannas y en Trashimeno el cartaginés estaba a tiro de piedra de los muros sagrados de Roma. Cartago así consumaba su promesa de odio eterno a los romanos.

Ecos de voces que resbalaron por las enciclopedias que estudié en mi infancia cuando don Ramón Alonso el capellán del hospicio, el que nos enseñaba Geografía e Historia, un curón con un cuerpo de gigante y cabecita de garbanzo, me hacía recitar pasajes en griego redactados por Polibio haría entonces más de mil años.

Delenda est Carthago sí. Yo sentí la furia de los carros el batir de las espadas, los gritos y blasfemias de los velites, el relincho de los caballos, el olor de la sangre, los yelmos aplastados, las adargas volando por los aires, el horror de la sangre derramada. El historiador retrata una batalla tal y como era cien años antes de Cristo.

Polibio era un griego, 254-183 a. c, que fue hecho prisionero por los romanos en su guerra contra Grecia fue vendido como esclavo en la catasta de la Via Apia, un rico patricio le confió la educación de sus hijos y, ya manumiso, y con la libertad conseguida, se dedicó a escribir y viajar siguiendo a las legiones.

Es uno de los primeros historiadores que habla de España y de la ferocidad y sencillez de las costumbres de las tribus ibéricas que fueron sometidas a la férula del imperio después de muchos años y trabajos.

Cataloga nuestras plantas, diseña nuestra geografía.

Somos gentes, dice, polirrizas, hijos de muchas raíces y de muchas leches. Gracias a Polibio sabemos una cosa, que las máquinas de guerra del César tardaron casi veinte años en taladrar los muros de Numancia.

La plaza se rindió por sed y por hambre, y digo lo que el general Muñoz Grandes sobre el temple de los soldados españoles: duro es el invierno ruso, pero más dura es mi raza. Cuando aquel divisionario arengaba a sus tropas en enero de 1943 frente del Este parece que se estaba dirigiendo a los españolitos del año 21 sujetos a la poliarquía, gobierno de muchas taifas politiqueras donde todos quieren mandar.

Duras son las circunstancias, pero sobreviviremos capeando el temporal. En eso de la estrategia los hispanos somo expertos. Los militares al arte de resistir lo denominan poliorcética. No se rinde, pues, la plaza.

Cartas

Número de cartas: 48958

Número de cartas en Diciembre: 81

Tribunas

Número de tribunas: 2174

Número de tribunas en Diciembre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador