Los halagos debilitan, la crítica fortalece
Todos podemos ser condescendientes con todos, mostrarnos cándidos y complacientes ante los avatares de nuestro alrededor, ser una especie de “queda bien” para todo. Todos sabemos que es la mejor forma de no meternos en problemas, pero hay que tener unas tragaderas de mucho cuidado, jamás he sido de esos, las injusticias, los abusos y las manipulaciones me rechinaron siempre. Claro está que no soy la verdad absoluta, soy el más imperfecto, que muchas veces me he equivocado, siempre pidiendo perdón por ello.
Por ello, no me gustan los que cada día pasan la mano por el hombro a los demás, unos lo merecen, a otros es hacerlos héroes por ejercer la profesión por la que cobran y bien, lo contrario sería lo absurdo, pagarles por hacer las cosas mal y por los fracasos. Estas personas “queda bien” suelen añadir a los triunfos y medallas del éxito de otros, su lengua limpia solapas, y, qué cosa, interpreto que, al ser así, cada éxito de los triunfadores (merece la pena el desgaste de la lengua propia por ese cepillado chaquetero) es un éxito de ellos mismos.
Suelen estar con los vencedores siempre, suelen ser personas que viven bien, de posición social acomodada, por eso los perdedores o defenestrados no están en su agenda. Siempre van recopilando y aplaudiendo a los exitosos. Qué le vamos hacer, yo me lo pierdo, ya que suelo querer informarme de las necesidades, estoy con los perdedores: si fuera forofo de un equipo de fútbol sería del Betis sin duda “aunque pierda”; soy del Real Oviedo y del Sporting de Gijón, los equipos de mi tierra, quiero verlos pronto en la categoría que se merecen.
Es más difícil criticar que alabar, por mucho que a la gente le parezca lo contrario. “Los halagos debilitan, la crítica fortalece”, claro está, con las medidas apropiadas en cada caso.
Hay otro tipo de comportamiento que ni es crítica, ni es halago, es más dañino, es ese conformismo ingenuo de justificar todo: lo bueno y lo malo.
Por ejemplo, a los políticos les duelen las críticas, antes (ahora ya no, al menos con la disciplina necesaria) se corregía, castigaba y reprendía a los hijos propios. ¿Por qué? ¡Porque los querías! Así se hace con los políticos de tu ideología, los criticas con más dureza que a los contrarios, por eso te duelen y sabes que son necesarios para poder desarrollar una democracia digna. Sin disciplina con los hijos, saldrán energúmenos; sin fiscalización y critica a los políticos, se corromperán por la facilidad que tienen para ello: dinero de todos y posibilidad de enchufar a diestro y siniestro.
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