Historia de Amor
Toda historia tiene un principio y un final, pero otras muchas perdurarán en el tiempo, aunque nosotros, pobres mortales, creamos que se pueden acabar, pero eso nunca será así porque hay historias de amor que nunca tendrán fin.
El amor puede venir de muchas maneras y formas, la mía comenzó mucho tiempo atrás, hace ya casi sesenta años, pasan rápido, y no nos damos cuenta, hasta que echamos la vista atrás y vemos todo el tiempo que ha pasado. Fue un encuentro buscado, durante días, yo la fui viendo y ella ni se percataba de que yo estaba ya allí, muy cerca de ella; a los pocos días supo de mí y su cara lo reflejo todo, su sonrisa, sus ojos, su alegría y esperanza en algo que empezaba a latir entre los dos. Durante meses no nos separábamos para nada, a la hora de comer, a la hora de la ducha, a la hora de dormir, nuestros cuerpos pegados, formando solo uno. Si ella reía, yo reía; si ella lloraba, yo lloraba, y así durante unos meses, sin vernos las caras, sabíamos lo que quería uno del otro. Por fin llegó el día tan deseado para los dos, nos íbamos a encontrar frente a frente: todo fue mágico, bello, ternura, ilusión y, sobre todo, amor. Yo, la verdad, era un poco torpe en todas las cosas, y ella, con ternura, me fue ayudando a cada paso de la vida que yo iba dando: con cariño, con amor, me fue enseñando las cosas buenas y malas que tiene la vida y luchando como nunca vi a nadie hacerlo. Los años fueron pasando poco a poco y nuestra relación se fue consolidando, uniéndonos cada día más. Y hoy, día 2 de febrero de 2021, casi sesenta años después de conocerla, se ha ido de mi lado, no por su deseo, sino por los avatares de la vida. Su cuerpo, enterrado cerca de Salas, me dice que ya nunca más estaré cerca de ella físicamente, pero en cada poro de mi cuerpo, cada minuto de mi vida, sé que estará dentro de mí. El amor es muy bello en todas sus formas, pero el amor de una madre es y será lo más importante del mundo. Un beso muy fuerte, mama.
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