¿Qué os parecería un mundo sin fronteras?
Hoy en día vivimos en un mundo que sigue impregnado de violencia, racismo y otras formas de discriminación que ya no tendrían que existir.
¿Es posible vivir en una realidad en la que no se perciben las diferencias como barreras? A lo mejor, de momento no lo es. Las fronteras dispersas por todo el mundo son un ejemplo de que los seres humanos fijan límites y que, a veces, “los demás –o solo ‘algunos’- no son bienvenidos”.
El muro entre México y Estados Unidos es uno de ellos, una línea que divide dos países geográficamente cercanos, pero de lo más distantes.
A mí me ha llamado la atención una frase escrita en el muro fronterizo, en la parte mexicana, que decía: “También de este lado hay sueños”. Claro, ¿quién no los tiene? A veces, leemos frases que nos dicen que una vida sin sueños no merece ser vivida. Y, de alguna manera, es cierto: soñar nos permite pensar en una realidad distante de la que tenemos y nos lleva a buscar lo mejor para nosotros.
Los migrantes procedentes de México y de Centroamérica, igual que los de otras naciones, solo quieren cruzar al otro lado para conseguir trabajo y una vida digna, porque –en la mayoría de los casos– en su país no se tutelan derechos fundamentales, sin contar que, además, el futuro de sus hijos es muy incierto.
No hay que pasar por alto que estas personas sufren mucho, pero a ellas parece no importarles ya que tienen un objetivo y lo quieren alcanzar a como dé lugar. Esto nos demuestra su gran fortaleza, puesto que tener la valentía de recorrer muchos kilómetros y enfrentar dificultades enormes es una hazaña nada fácil.
Sin embargo, no hay que olvidar que no todos los que emprenden dicho viaje llegan a la frontera, muchos mueren antes, y –por si fuera poco– otros quedan presos y son deportados a su país de origen.
Este muro divide familias, separa dos mundos cercanos, pero opuestos. Por un lado, la vida frenética e individualista de Estados Unidos; por otro, el sentido de comunidad y de unión mexicano.
Para concluir, habría que aceptar que lo que se percibe como “diferente” no tiene por qué ser dañino: si solo fuéramos capaces de ayudar más y pensar menos, el mundo sería mejor.
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