Por un mundo sin muros
Estimado Director:
Desde hace unos meses venimos experimentando aquí en Europa los efectos de las limitaciones a nuestra libertad impuestas por la situación sanitaria, le tenemos miedo al futuro y sentimos ansiedad ante un mañana incierto.
Sin embargo, millones de personas en todo el mundo padecen cada día estos mismos temores y limitaciones, y no solo por culpa de esta trágica pandemia, sino porque viven en países pobres, en condiciones degradantes o en contextos sociales peligrosos. Su vida es muy difícil, pero saben que hay otro lado, más allá de una frontera (que sea valla, muro, desierto o mar), donde se puede hallar una vida digna, un trabajo, comida, escuelas y asistencia sanitaria, donde pueden encontrar el dinero necesario para ayudar a sus familias a seguir adelante, donde hay un mejor porvenir que los espera.
Lamentablemente, la mayoría de las leyes migratorias de los países a donde quieren llegar les quitan esta posibilidad. Les dicen que no tienen derecho a vivir como nosotros, que sus sueños no nos importan. Dicen a los hijos que han visto a sus padres emigrar hacia un país extranjero que nunca volverán a reunirse con ellos, que los abuelos nunca conocerán a sus nietos. Que ese linde no lo pueden rebasar.
Por supuesto, las leyes están hechas por los gobiernos y los políticos, pero a ellos los elegimos nosotros los ciudadanos; y precisamente es con las personas comunes y corrientes con las que quiero compartir mi pequeña reflexión.
Dado que ahora conocemos un poco mejor, por haberlo sufrido en carne propia, qué significa vivir en una situación de peligro y sentir angustia ante lo que nos pueda deparar el porvenir, quizás podamos comprender no solo las razones por las que muchos deciden dejar sus países y saltar los muros divisorios, sino también entender que su búsqueda de una vida mejor es un derecho inviolable.
Ninguna frontera les puede quitar la esperanza a los que desean cambiar su destino, y todos los que tienen esa esperanza seguirán migrando, incluso desde nuestros países. ¿Cuántos de nosotros pensamos en emigrar? ¿A cuántos conocemos que se fueron a otro país para encontrar mejores condiciones y oportunidades?
Tenemos que reconocer que todos los pueblos tienen este mismo derecho y entender que el mundo es de todos y que para todos hay espacio, con tal de que nos respetemos recíprocamente, para que nunca más ningún Trump de ningún otro país pueda volver a construir otros muros.
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