Rusia es culpable
En plena antesala del Gran Reseteo, no pocos “sorpassados” por los acontecimientos nos hemos despertado en aguas turbias y revueltas por la desconcertante pinza existente entre los poderosos del Giga-capital y diversas formas de turbamulta, lumpen y mercenariado aparentemente anticapitalistas. Aunque en Davos nos ven “ya preparados” para un forzoso cambio de cromos y de paradigmas, un servidor –que no acaba de sacar su carné de progresista– tampoco deja de echar de menos (supongo que habrá que pedir perdón) aquellos tiempos en los que, solo mirando al mapamundi, creías saber do moraba el coco, dónde estaban las trincheras, dónde los buenos y dónde los malos.
Hasta hace poco, cuando en España estábamos jugando ingenuamente al balón cada vez más cerca del borde de un precipicio, algunos creíamos poder interpretar las acechanzas al sistema y al Estado en los términos y coordenadas consabidos, gracias a la auténtica memoria histórica que da la experiencia, el magisterio docto y no sectario de los escasos medios de información independientes y la opción personal del estudio y la reflexión. Ya saben: modos, maneras, leyendas y fazañas de bandos rojos y azules. Cuando –solos o con ayuda de terceros– dimos un salto al vacío, ya en plena caída –más controlada que libre– hemos ido consiguiendo una perspectiva algo más panorámica de dónde estábamos, de dónde veníamos y hacía dónde nos íbamos a estrellar. Ello nos ha llevado a poder incorporar a los clásicos ¡Santiago y cierra Expaña!, ¡No nos moverán! o el socorrido ¡Virgenchita/Virgenchita!, nuevos referentes en nuestro repertorio de mantras, blasfemias, exorcismos y jaculatorias para sobrevivir conviviendo con riesgo y desesperanza.
Por eso, la reaparición de NUS –la Nueva Unión Soviética– en los campos de batalla de la vieja y pelleja Europa ha sido como un soplo de aire familiar. Lástima que el heroico ministro de Asuntos Exteriores de la UE, el que tan engolada y despóticamente amonestara al Circo Romano, haya demostrado, nuevamente, más ego que talla, valor y reflejos, y no haya podido, sabido o querido, o no se haya atrevido a responder a la –como poco– objetivamente errada aseveración de que “en España hay presos políticos” contra el veredicto de la justicia de la propia UE. La provocativa cerilla ha encendido la mecha. El olor a cocina de la güelita ha animado al Vicepresidente Segundo del Gobierno a pronunciarse como miembro de este, desde la quinta columna del Estado, sobre las carencias que, a sus ojos expertos, evidencia nuestro sistema, lejos de ser “una democracia plena”. La llamarada no ha merecido la atención del Presidente, que suele reservarse para sermonearnos palatinamente sobre doctrinas de mayor enjundia, y ha sido la Ministra de nuestra Insignificancia en el Escenario Internacional (IEI) quien –al menos en esta ocasión– ha estado a la altura de su tan veterana cartera (en épocas menos recientes, denominada Asuntos Exteriores). El incendio no ha llegado a calcinar ningún bosque, pero ha servido para abrir un debate entre quienes, como la ministra consorte, no solo opinan, sino que dogmatizan que el Sr. Iglesias ha dicho verdad y quienes –a riesgo de censura y tipificación penal de odio– opinan que ha mentido a sabiendas, haciendo un flaco servicio a nuestra ya deteriorada y penosa imagen como país desnortado, en quiebra estructural, tan empeñado como exitoso en acaparar, de la mano de nuestros gobernantes, los últimos puestos de demasiados rankings.
Cayendo la que está cayendo, visto lo visto y viviendo lo que estamos viendo, la que hasta el pasado domingo venía siendo mi prescindible y probablemente errada opinión era que Pablo Iglesias podría tener razón, fruto tanto de su mirada en derredor y sus vistas al espectáculo desde primera fila como de ojeada en su agenda y subsiguiente introspección y reflexión sobre la información sensible y privilegiada de que dispone.
Por eso, el domingo, tras leer en estas páginas de LNE la jurídicamente fundada y contextualmente documentada tribuna de Francisco Bastida “Democracia plena y cretinismo político”, donde se llama la atención sobre la diferencia entre instrumentos y su uso, he sometido mi opinión a modulación semántica: Un país de la UE que, a pesar de la condena de su Parlamento a penosos regímenes del pasado reciente, juega con fuego eligiendo a comunistas o filocomunistas, separatistas y amigos de terroristas para distintos niveles de gobierno es que –digo yo– podrá haberse dotado de un sistema democrático avanzado pero no parece andar muy bien de valores y convicciones, ni de habilidad y entrenamiento para gestionarlo con inteligencia y servirse de él con eficiencia.
No vale echar la culpa (solo) a nuestros mudantes factótums, a nuestros demonios familiares o a nuestros ángeles de la guarda –ahora los soros, los gates, los ximpings, las bigtechs...en suma, las nuevas caras de las procelosas Internacionales y las socorridas conjuras sionomasónicas de antaño–, sino a nosotros mismos, el noble pueblo español. Por ello, desde aquí me permito rogar a los doctos constitucionalistas que nos aleccionan regularmente desde estas páginas que analicen los puntos débiles del manual de uso y disfrute de nuestra Democracia Plena, porque algo muy importante se nos está escurriendo por sus fisuras y costuras,
Reconocimiento: Rusia nos inyectó este otro virus. Gracias, Madre Rusia, aunque solo sea por inducir un choque anafiláctico y estimular la inmunitaria reflexión de rebaño.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

