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Cómo mejorar un museo ya excelente

19 de Febrero del 2021 - Ana Isabel Barajas Ocaña (Oviedo)

Espero que no mucha gente ignore el gran valor que tiene el Museo de Bellas Artes de Asturias, que se sitúa en Oviedo. Un gran museo al que además se puede acceder gratuitamente y volver todas las veces que se quiera.

Sería largo explicar todo lo que de excepcional encierra, pero simplemente animaré a las personas que tienen algo de curiosidad a que entren. Y que paseen por él sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, que disfruten de la magnífica seda negra del retrato de Carlos II, de la cascada de manzanas del cuadro de Nicanor Piñole, de los reflejos de luz de Sorolla, del angelito pizpireto de Picasso, del verdadero cómic que es el retablo de Palanquinos, del Apostolado del Greco cuyos enigmáticos personajes nos están hablando de otra época que es quizá también la nuestra de ahora. Que lloren, si quieren, con el obrero muerto del cuadro “Después de una huelga” y se diviertan con el juego de los angelitos en “La Asunción de la Virgen” de Antolínez. Sería bueno que buscasen a nuestros reyes y reinas, Felipe V, Carlos II... y otros más, que observasen los cuadros barrocos con Magdalenas penitentes y vean qué les dice su corazón. Que reflexionen delante de los limones podridos del cuadro de Barceló, a ver qué nos están diciendo, y los comparen con las frescas cerezas –casi cristalinas– del bodegón de Juan van der Hamen. Incluso que le busquen significado al ladrón que se va sonriente con su maleta en el cuadro de Eduardo Arroyo, fechado en 1984. Ahí lo dejo. ¿Y no saben que hay un cuadro que representa un ciclista?

Los cuadros fueron creados con una clara finalidad, hay muchos de carácter religioso, otros con sentido propagandístico, ya sea los que muestran la riqueza de unos reyes o de unos empresarios, en otros casos prima la búsqueda de la belleza, y otros muchos están creados para hacer pensar. Generalmente estas motivaciones se entrelazan en un juego apasionante para el que mira. Un día fui testigo de cómo un niño que entraba a una sala donde todo eran santos, preguntó: “Mamá, ¿qué hace aquí una señora ‘en tetas’?”. Si uno o una va al museo puede hacerse todas esas preguntas y más. E incluso intentar respondérselas a sí mismo/a. Evidentemente alguien encargó y pagó estas obras, muchas pasaron por infinidad de propietarios, algunas llegaron a nuestros ojos casi “de milagro” tras muchas vicisitudes. Pero todas, todas, fueron pintadas o esculpidas por un ser humano que se ganaba la vida con ello, que tenía una especialísima habilidad técnica, fruto de años de aprendizaje, y también una sensibilidad especial, que se deja filtrar tantas veces a través del motivo aparente del cuadro. Les animo a que observen las capas rosas de los apóstoles del Greco; puede verse que, en la sobriedad y estilo casi filosófico con que se representan los rostros... está la luz de Venecia, donde el Greco aprendió a pintar. El hedonismo como contraste de la tristeza de una época oscura.

Pues bien, quiero desde aquí hacer una sugerencia a este museo, se trata de los carteles explicativos, escritos en una letra tan sumamente pequeña que cuesta trabajo leerlos. Es cierto que hay que acercarse a los cuadros sin prejuicios, como he dicho antes, pero para quien quiera más información, de la época, del pintor... están los carteles. No por ser mayores de tamaño van a estropear la elegancia de las salas.

También considero importante que el folleto que dan a la entrada con los planos de la organización del museo se editen a un tamaño mayor. Este museo, con sus distintos edificios, resulta realmente laberíntico, y puede ser muy cansado verlo entero, por lo que se hace necesario poder programar distintas visitas según plantas, o según épocas, y tener también claro en todo momento por dónde hay que salir, o cómo ir a una salita de descanso o a los aseos para luego volver a donde se ha dejado.

Por último, todo el mundo puede sentir el calor que hace en el museo, una temperatura muy agradable que, sin embargo, obliga a ir con el abrigo o la chaqueta en la mano en todo momento. ¿Sería posible un servicio de guardarropa?

Y desde aquí dar las gracias de antemano, y añadir que es una suerte tener un museo por el que se puede pasear libremente, sin presiones de tiempo, de itinerarios obligatorios ni de excesiva afluencia de gente. Lo dicho, quizá aún no sabemos lo que tenemos.

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