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La soledad y el silencio

17 de Febrero del 2021 - José Antonio Coppen Fernández (Lugones (Siero))

La soledad y el silencio forman una especie de alianza, no tienen que realizar un gran esfuerzo para lograrla. Obvio señalar que la soledad es un estado de aislamiento en el cual las personas carecen de acompañamiento, de una persona o, incluso, de un animal de compañía, ya que en España en los últimos lustros se ha prodigado la afición a convivir con mascotas. Se ha escrito mucho sobre la soledad, tanto en positivo como negativo. La soledad es el elemento de los grandes talentos, según Cristina de Suecia. Hay que añadir que no están nunca solos los que están acompañados de nobles pensamientos, por eso el hombre sabio nunca está solo. Si se desea pensar, reflexionar, que es el mejor antídoto frente a los problemas, lo mejor es cuando estás solo contigo mismo, y esa soledad unida al silencio forman una alianza que se complementan perfectamente. La verdad es, hay que recordarlo, que desde que nacemos estamos acompañados, de lo contrario un niño sin compañía moriría.

Algo está muy nítido, los que vivimos en soledad tenemos que ingeniárnoslas de tal forma que el tiempo se convierta a nuestro principal aliado para que, en efecto, el tiempo se convierta en nuestro aliado más leal. Y hay que soñar y pensar en el famoso dicho, que ya escuchamos por la década de los setenta, en los cursos de relaciones humanas de Darle Carnegie: “Hoy es el primer día del resto de nuestra vida”. Lo que no se debe es despertar todas las mañanas sin saber qué hacer. Hay que procurar desarrollar esos sueños, que sirven de provecho. La cuestión es no estancarse, para que no nos carcoma el tedio. Llevar la vida en soledad nos impone generar ilusiones. Por ejemplo, escribir es un antídoto para la soledad, bien lo sabemos nosotros. Debemos aprender y acostumbrarnos a estar solos, al fin al cabo esa situación te da libertad y, además, no depender para la aprobación o apoyo de otras personas.

Queda claro que el silencio constituye un aliado directo de la soledad. Y cabe repetir, que la vida desde el silencio nos permite encontrar el momento adecuado para escribir, leer, componer, pintar… Desde este estado, recordar la olvidada advertencia a quien llamaba a la puerta: “Silencio, sabio pensando”. Nosotros podemos decir que vivimos en un piso en el que se escucha el silencio y lo disfrutamos, ya lo creo que lo disfrutamos. Puede decirse que en él se forman las más brillantes ideas, las más hermosas palabras para transformarlas en armoniosos mensajes; de la misma forma que brotan las notas de un pentagrama musical y, cual encaje de bolillos, acaban transformándose en una sinfonía musical. También en la poesía hablan los silencios.

No nos hará falta recordar que el silencio es indispensable para regenerar el cerebro. Es verdad que ha sido fuente de muchas reflexiones a lo largo de la historia. Ahora bien, debemos huir de los pensamientos y recuerdos destructivos, dedicando nuestros diálogos a sembrar actitudes positivas, porque con el silencio nos superamos a nosotros mismos. Podemos decir que se encuentra unido a la franca comunión con la soledad, pero para ello no es necesario alcanzar la condición de ermitaño o anacoreta. Huyendo del mundanal ruido que nos acecha a diario hallaremos el preciso y precioso equilibrio para establecer el íntimo diálogo interior con nuestro yo.

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