¿Qué sucede con Riopedre?
No estoy versada en Derecho, pero, a través de este diario, sigo con atención los argumentos de juristas, y no juristas, conocedores de la situación del señor Riopedre, que llevan a la conclusión del agravio comparativo sufrido por este. En efecto, su edad, estado de salud y parte cumplida de condena no resisten la comparación con otras personas, de las que los medios de comunicación informan constantemente, que han visto abrirse las rejas de la cárcel ante ellos, para vivir en libertad o bien cumplir el resto de la pena en su domicilio, cuando no se les acerca a prisiones cerca de este por razones humanitarias. Se trata de una larga lista de personas, algunas con delitos de una gravedad que nada tiene que ver con los imputados al señor Riopedre.
Además, si uno de los motivos concurrentes en la actual situación carcelaria del citado señor fuera el de una suerte de alarma social, como componente de la sociedad, quiero expresar que no se hable en mi nombre, pues, lo que de hecho me alarma es lo contrario, que se discrimine, que le sea negado lo que a otros se les concede: la aplicación de la razón humanitaria a una persona de avanzada edad, y enferma, para que cumpla lo que sea que le falte de pena en su domicilio. Considero que no me equivoco si pienso que a muchos de mis conciudadanos no deja de alarmarnos lo que parece una suerte de arbitrariedad –en tal se traduce la falta de equidad– en la aplicación de la razón humanitaria, que entonces no sería ni la razón ni la humanidad que a todos ha de alcanzar por igual.
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