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Otros paisanos del valle del Huerna

20 de Febrero del 2021 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Continuamos nuestra andadura recordativa por el valle del Huerna, en el que se encuentran las cumbres rocosas más altas de Asturias después de los Picos de Europa, y también de nuestro concejo de Aller, todas ellas con más de dos mil metros de altura, que en mi Aller es el mítico Pico Torres, en el puerto de San Isidro. En nuestro relato anterior habíamos quedado en los Pontones y Telledo, con paisanos famosos en todo su entorno, como el chigrero Andrés, hermano de Manolín “El Vivo”, José Castañón, maderista, una gran persona y amigo que se sentía orgulloso de su apodo de “Pepe el oso”. Y el comerciante Bautista Barbado, cuyo hermano, el dominico padre Barbado, fue obispo de Salamanca. Y cerca de los Pontones y Telledo, el pueblín de Reconcos, que hizo famoso el fantástico Tobal, que tenía una gracia enorme. Una de sus fantasías la elucubró estando vaqueriando en el puerto de la Bachota, en la falda de Peña Mesa. Asombró a todo el valle cuando contó y aseguró que había visto salir de la cueva del Pozu Cuayos a una hermosa e insinuante xana, a la que le tiró los tejos y fue amorosamente correspondido. Lo explayó con tal vehemencia y entusiasmo que Tobal provocó una verdadera estampida de paisanos y mozos que querían conocer a la hermosota xana y llevársela al huerto. Como la xana no volvió a salir de su cueva, los frustrados pretendientes volvieron chafados a sus pueblos comentando que Tobal era un afortunado.

Dejamos los Pontones y Telledo en los que la pajolera variante de Pajares, que es una tomadura de pelo a los asturianos (el AVE llegará primero a Villaconejos de Arriba que a Gijón), ha destrozado hasta allí la belleza rural de la parte baja del valle del Huerna, cuya belleza está y queda ahora en los pueblos altos a partir del de La Cruz, en donde vivía Manolín “El Vivo”, todo un personaje dotado de una filosofía aldeana asombrosa y enriquecida por su aventurera vida por las Américas, como ya hemos visto aquí. Una de sus muchas ocurrencias era aquella que solía decir de que Cristo había muerto en la Cruz “porque nun había podío chegar a Riopaso.

Y en Riopaso el tío Jesús, cargado de años y de madreñes que facía en el portalón de su casona. Y Salvador Delgado, padre de Juanito, aquel neñu que se había despeñado por una canal de Peña Mesa, como ya vimos aquí. Y Lucas, alcalde pedáneo y dueño del chigre del pueblo, lugar de encuentro y reunión de los paisanos, con alternancia con el dominó y los naipes. Allí se reunía el pueblo para tomar decisiones y acuerdos como organizar festejos, sestaferias o batidas al oso y al lobo, que tanto daño ha causado siempre a la ganadería del valle. En sentido ascendente están los pueblinos de Tuiza e Abajo, El Campo y Tuiza de Arriba, situado éste en el regazo de Peña Ubiña. Y en este pueblín, dio grandes paisanos: Ramón Delgado y Antón el “Xastre”, padre de Santiago, sherpa de las Ubiñas y amigo. Santiago tenía una novia en Lindes de Quirós, y un domingo que venía a cortejar le salió un oso en pleno monte, lo esquivó con su habitual agilidad y llegó a Tuiza sin novedad. Nuestro amigo se casó con la novia quirosana, y se vinieron a vivir a Pola de Lena porque le habíamos conseguido a él un trabajo en el Pozo San Jorge, en Caborana de Aller.

Años después surgió un joven paisano que pronto se granjeó el aprecio de todas las personas del valle por su defensa del mismo ante las autoridades locales y provinciales. Felipe se llamaba, dotado de esa cultura y filosofía aldeana que siempre me han sorprendido. Pero el valle del Huerna perdió un día a su defensor en una muerte trágica, cuando segaba un prau muy pindiu, muy pendiente, con una segadora mecánica que se le vino encima, destrozándolo. Su muerte no solo conmocionó al pueblo de Riospaso, sino a todo el valle, que así perdía a su mejor defensor.

Trataremos ahora el tema del montañismo y la escalada en las cumbres de este paradisíaco valle del Huerna.

Nos resulta incomprensible que con los medios de escalada que hay hoy, Peña Ubiña pueda tener ya creo que trece o catorce víctimas. Muchas de las muertes en la montaña son por imprudencias o un total desconocimiento de la técnica de escalada. Uno así empezó hace 82 años porque no teníamos nada y desconocíamos por completo los útiles para hacer alpinismo. Que comencé entonces, en día 3 de enero de 1939, escalando Peña Ubiña con una fesoria, jugándomela, que me dejaron en Tuiza. Si dijera las veces que uno escaló y rapeló Peña Ubiña por todas sus caras es seguro que no se me creería. Quede, pues, en mi bagaje de montañismo y esquí.

Seguiremos recordando a aquel querido mundo rural que es historia dentro de la gran historia del Principado de Asturias.

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