Preguntas y respuestas
Siempre que abro el periódico ya me he hecho antes alguna pregunta. Así que en su lectura siempre espero encontrar respuestas. Sí, me gusta ante todo preguntar y encontrar respuestas a mis preguntas. Un día tendré que pararme a pensar cuáles son mis preguntas más frecuentes. De todos modos, diré qué decepción me llevo cuando no me encuentro con respuestas personales a mis preguntas.
No olvido nunca el enfado que me llevé cuando un prohombre de la liturgia aconsejaba a otro tener siempre los ornamentos y objetos litúrgicos propios: era lo exigible a un buen profesional de una gran parroquia a la hora de actuar. No me atreví a decirle mi parecer sobre el asunto, claro; ni me atreví a comentarle cómo me desanimaban aquellas oraciones de las que él hablaba y que a mí me parecían propias de funcionarios. Esto era en otra diócesis.
Un compañero, por pura coincidencia, me llamó para comentarme lo que había leído sobre las celebraciones litúrgicas en el inicio de la Cuaresma. Debo creer que, sin duda alguna, habría escritas cosas de mucha más importancia que aquellas de las que él me hablaba. Pero, sí, también le sorprendía que la gente solo hablara de cómo actuaron ciertos sacerdotes. La pura verdad es que también a mí no me gusta que me hablen de las actuaciones y, mucho menos, las sobreactuaciones de algunos.
Estos son mis pensamientos. Y espero no enfadar a nadie. Y si escribo esto hoy es porque veo o entiendo que lo que le preocupa al Papa Francisco es que lo que se comunique en la Iglesia no sea otra cosa que el encuentro con el Dios vivo, que, por otra parte, siempre nos brinda una relación viva de solidaridad con los otros y con él mismo. No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, decía San Pablo.
Por lo demás, el mensaje cristiano ha de proporcionar las respuestas a las preguntas que se hallan en el hombre de hoy tan abrumado. Y la respuesta cristiana es verse críticamente solidarios con ese ser humano al que Dios no quiere ver que sufra. Como decía Schillebeckc, “el cristianismo se hará creíble solo en la medida en que es capaz de acoger en sí los impulsos de una humanidad que vive, lucha y ora”. Y lo hará solo si es capaz de reconocer en esos impulsos de la humanidad sufriente correspondencias con los propios impulsos cristianos.
Y no sigo. Hoy no me haré más preguntas. Y que de esta Dios me coja confesado.
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