"Obispos, hombres de poca fe"
La llegada de la vacunación, con unos criterios y unos protocolos, que en principio estaban bastante bien definidos –ahora no, pues se han ido tornando cada vez más vacilantes y confusos–, ha puesto en evidencia la picaresca del espécimen ibérico, y así estamos asistiendo a la constatación de que un buen número de individuos y colectivos se han ido vacunando saltándose los turnos de forma solapada y sin el más mínimo respeto, ni a su prójimo ni a las instituciones.
Alcaldes de diferentes ideologías, consejeros de Sanidad, militares de alto rango y, lo más sorprendente, los jerarcas eclesiásticos. A este colectivo quiero referirme de manera especial, a los demás, bien que mal, la osadía les ha ido costando sus cargos, pero a la obispalía nadie le pide cuentas.
Es sorprendente que estos próceres que deberían darnos ejemplo y que parecen contar con hilo directo con el Espíritu Santo, llegados a este punto, dan muestras evidentes de que están bastante más apegados a este mundo terrenal de lo que podría deducirse de sus pláticas en el púlpito, y se ve que las promesas de esa “vida eterna” no les colman en demasía. Si tuviésemos una reedición del regreso del Mesías, a buen seguro les espetaría aquello de “hombres de poca fe”, y hasta es posible que terminara expulsándolo del templo como hizo con los mercaderes. Pero ellos seguirán a lo suyo, sin la menor muestra de sonrojo, anacrónicos, desubicados y, eso sí, fuertemente apegados a esta vida terrenal, no sea que la otra no pase de ser una vana esperanza.
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