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¡Tun, tun!, ¿quién es?

13 de Marzo del 2021 - José Benito Álvarez Bravo (Oviedo)

“¡Tun, tun!, ¿quién es? / La educación y sensatez / ¡Abre la muralla!” (El Castillo 17.0).

Ya en la Antigüedad, los castros celtas y muy posteriormente los castillos medievales eran fortificaciones, del pueblo o de señores, normalmente defensivas.

El feudalismo en España, el país con más historia y en el que en su día no se ponía el sol, evolucionó a diecisiete reinos feudales.

Llegado un gran enemigo nunca antes conocido, llamado covid-XIX, se puso en evidencia la debilidad del rey, que rompió la relación de protección con el noble, y este con sus vasallos. Sin embargo, las obligaciones desde abajo hacia arriba se seguían manteniendo.

Con este cuento se puede resumir lo que está pasando en España en la actualidad, con un Gobierno que no gobierna, pero que cobra impuestos feudalmente.

Ante la incapacidad del Gobierno (señor) para defenderse del covid-19, abandona a su suerte a las diferentes autonoMÍAS (vasallo), que malgobiernan los diferentes municipios (feudos).

Así pues, cada presidente de autonoMÍA crea una muralla imaginaria que cerca toda la comunidad, así como otras murallas para cada municipio.

Y en estas estamos. Hay 17 maneras diferentes de gestionar las comunidades y las murallas se cierran y abren según sople el aire.

Nos persigue la desgracia, por nuestra forma de ser, de vivir en la improvisación. Ya pasaron seis meses desde que el inconsciente de la Moncloa dijo a los 17: “Arreglaros como podáis. El virus está vencido. Saldremos reforzados”.

Es más inconsciente el que hace caso a un inconsciente, y como el virus estaba vencido y estábamos reforzados, no hicimos nada, así que llegó otra ola y la marea y la resaca.

Por lo tanto, ahí tenemos a los presidentes de las autonoSUYAS ora abriendo o cerrando bares, ora abriendo o cerrando terrazas y ora abriendo o cerrando municipios. Por supuesto, la autonomía cerrada a cal y canto, que es su reino feudal.

¿Hay algún dato sanitario que avale el cierre de un municipio?, cuando por semana se desplazan los trabajadores a otros municipios o comunidades y los estudiantes a los colegios, trayendo para casa “todo lo que llevo dentro”. ¿Qué beneficio tiene impedir al jubilado y parado que se muevan a otro municipio?, cuando es la gente que menos se mueve y más se cuida. Pues nada, erre que erre después de haber admitido la anterior vez que no sirvió para nada.

Pero se trata de hacer una ensalada de prohibiciones, hasta que baje el contagio, sin tener ni idea de cuál fue la efectiva. Lo que sí saben, desde los centros de salud, es dónde se están produciendo los incrementos de contagio y se podrían aplicar las medidas más localizadas. Decir o todos o ninguno es de patanes.

Las restricciones, sin un plan perfectamente definido para después de la reducción de contagios, no valen para nada. Inmediatamente que se retiren, aparecen los restringidos ávidos de desquite y los efectos del contagio los tenemos a las dos semanas.

Admitiendo como parece ser que es el aerosol el principal conductor del virus, la mascarilla, la distancia y el gel, junto con “la educación y sensatez”, serían el freno de su propagación. Es evidente que hubo proliferación de pequeños bares/restaurantes con poco gasto de implantación y es muy difícil conseguir que sean espacios seguros, pero desde la Administración se podría subvencionar la ventilación forzada de algunos que se salvarían (menos gasto en mantener moños-coletas y nurses “de gratis”).

Otros establecimientos ya tienen condiciones espaciosas y ventilaciones (¡qué hay que poner a funcionar!) para cumplir las recomendaciones. Siempre se habló de recomendaciones, ya que no hay soluciones fehacientes, pero a los presidentes les gusta más “restricciones”. A ver quién manda aquí.

Respecto a las terrazas, la mascarilla-babero y el fumador levantado de su mesa pero cerca de otra son las dominantes. Ahí es donde tienen que estar las fuerzas de seguridad denunciando al ciudadano y al hostelero, o ¿creen que este último lo hará, para perder a un cliente?

La muralla hay que mantenerla abierta para los educados y sensatos y cerrada a los necios e irresponsables. Contra estos últimos, toda la fuerza policial.

Y no se olviden los políticos que, sin nosotros, ellos no son nada.

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