Libertad para nuestros mayores
Sr. Barbón:
Casi ha transcurrido un año desde el inicio de la pandemia y muchos asturianos que tenemos a algún familiar en una de las residencias o geriátricos de Asturias nos sentimos impotentes ante la terrible situación que están soportando.
Son el colectivo más perjudicado por la pandemia.
Los que no han fallecido por el virus llevan once meses en un estricto confinamiento. Cumpliendo una condena sin haber cometido ningún delito.
Nadie, absolutamente nadie, hace nada por aliviar su calvario.
El desconfinamiento después del primer brote llegó tardísimo o, en muchos casos, no llegó.
Por entonces las familias asimilamos que solo se nos diera la posibilidad de una visita semanal de media hora, ¿pero ellos? El estado mental de muchos provocó que no llegaran a comprender por qué sus familias no los visitaban y eso les ocasionó un inmenso dolor y una angustia extrema.
Todos estamos muy concienciados contra el maltrato físico, pero en este caso, Sr. Barbón, estamos olvidando el maltrato psíquico al que estamos sometiendo a nuestros mayores privándoles del calor humano, de las caricias y de palabras de cariño en la etapa de la vida en que más lo están necesitando.
Le hablo de nuestra situación personal. Nuestra madre está en la residencia de Lena donde el 90% de los residentes ya han pasado el covid-19 y todos han recibido las dos dosis de la vacuna en el mes de enero. No la vemos desde principios de diciembre y allí siguen todos, sumidos en el abandono, la soledad, el aislamiento y la discriminación.
Las autoridades nos justifican el encierro por motivos de salud, pero recientemente todos nos hemos sorprendido viendo cómo se permitió la salida para ir a votar en Cataluña, incluso siendo un enfermo positivo.
Amnistía Internacional España insta a las comunidades autónomas a garantizar que las residencias cumplan los acuerdos alcanzados en diciembre de 2020 en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, en el que se estableció un régimen de visitas que garantiza el contacto regular entre residentes y sus familias, porque nuestros mayores no deben seguir sufriendo las consecuencias de los mismos errores que se cometieron en la primera pandemia y, por supuesto, no se merecen seguir condenados al ostracismo y a la soledad por tener una determinada edad o ser dependientes.
Tristemente todos estamos viendo el impacto irreparable de este encierro, y, Sr. Barbón, no estoy hablando únicamente de problemas a nivel físico, sino también a nivel mental, ya que esta falta de contacto con sus seres queridos provoca que sus patologías físicas y sus alteraciones cognitivas se vean aún más potenciadas.
Sr. Presidente, le pido, le ruego, que reconsidere urgentemente las medidas de confinamiento de nuestros mayores. Esta generación no se merece el olvido que está padeciendo.
Permítales que sus familiares podamos en la medida de lo posible aliviar sus angustias y sus miedos. Permítanos darles el cariño que tanto se merecen y que tanto necesitan.
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