A un amigo verdadero no le faltarán amigos
¿Es la proliferación de mascotas en este tiempo prueba de un mundo deprimido? He leído en alguna parte que la sensación de abandono, soledad o depresión se reduce con un perro porque ayuda a sentirse querido y amado, sintiendo que no estamos solos. También, que los propietarios de perros tienen vidas mucho más saludables, completas y felices. Seguro que existe también una explicación para las reacciones violentas que se producen si el dueño del animal cree que un ser humano lo ha tratado mal, como el señor que apartó a un perro con la rodilla para cerrarle el paso hacia él y se llevó una paliza del dueño del perro y sus amigos.
Puede ser que en este tiempo sea la compañía humana de calidad la que escasea cuando estamos deprimidos, y un animal puede o parece que puede ser un sustituto cómodo, al menos aguanta lo que le eches mirándote con esos ojitos que uno imagina compasivos. Quien ha conocido la verdadera amistad sabe que no hay nada mejor que pueda darnos esta vida, ya que abarca las relaciones humanas y la mismísima relación con Dios. La amistad entre seres humanos se define muy bien en el libro de Proverbios: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Pro. 17:17).
Puede ser que cada vez estemos menos dispuestos a hacer amigos humanos por todo lo que conlleva: algunas risas, pero también algunas lágrimas, un maravilloso abrazo, pero también un sostén con el sacrificio que sea necesario; tiempo, interés, dinero, preocupación, dedicación, sufrimiento. Decididamente un amigo animal no cuesta tanto, aunque se trate del llamado “mejor amigo del hombre” y tenga uno que dedicar una parte del tiempo de su vida entrenándolo, paseándolo, alimentándolo, o aseándolo; y... pensándolo bien, pues oye, que piensa y siente lo que nosotros queramos que piense y sienta, que no nos agobiará con sus problemas, que está a nuestra disposición permanente, y que nunca nos defraudará.
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