Cargarse Semana Santa
Que se le ha ocurrido a Barbón que es ambicioso tener casi cero casos el 9 de mayo. Ambicioso no, absurdo. Él, que tiene el sueldazo asegurado, pretende “sacrificar” los ingresos de los demás en Semana Santa. Las cifras cercanas a cero serán cuando culmine el proceso de vacunación. Ahora que según el INE y las funerarias van 120.000 muertes por la epidemia en España quieren ponerse muy rigurosos: ¿por qué no se pusieron rigurosos a principios de marzo de 2020, cuando ya sabían que se había suspendido el Carnaval de Venecia en febrero por la epidemia? A buenas horas, mangas verdes. Ni han gestionado bien la salud ni la economía. España, con una debacle del -11% del PIB en 2020, es la nación con mayor recesión económica –y del empleo– de la OCDE. Todo a la espera de la llegada de los 70.000 millones de los alemanes (de los fondos de la UE) para ponerse medallas. Esperemos no hagan como con los fondos mineros para la llamada “reconversión” industrial, que quedó en “reducción” industrial.
Sacrificar los ingresos ajenos para ir, tan tarde, de superrigurosos
En cuanto a que los bares, restaurantes y hoteles sean causa importante de los contagios, los hechos parecen desmentirlo. Primero por el calendario, durante los meses de julio, agosto y septiembre los bares estaban abiertos en Asturias y es cuando menos contagios ha habido; la segunda ola se disparó desde finales de septiembre, coincidiendo con el inicio de las clases presenciales, y la tercera ola desde principios de enero, tras saberse las semanas previas de la variante británica, más contagiosa. Segundo por las estadísticas de Sanidad, según las cuales los contagios demostrados en la hostelería apenas representan un 2 o un 3 por ciento, por el 15 o 20 por ciento de las fiestas y aglomeraciones. Nos quieren vender la burra por caballo de carreras. Ahora el principal mérito de la drástica caída durante febrero de casos, hospitalizaciones y muertes no es por sus medidas antieconómicas, sino por el impacto creciente de las mascarillas –que al principio decían innecesarias–, las distancias sociales y las vacunas.
Está claro que la desescalada debe ser gradual, para no provocar una cuarta ola en vísperas del verano que eche por tierra la temporada turística y comercial, las reservas y las ventas. La cuestión no es cerrar Asturias y la hostelería en primavera y/o en verano, sino cómo abrirlas con relativa seguridad. Póngase el criterio no en el sector económico de la actividad, sino en la distancia de seguridad entre los productores y entre los clientes. Pídase código QR o número de móvil a los clientes de hoteles y restaurantes, carné de vacunación o prueba de antígenos a quienes viajen de una comunidad a otra, contrólense los aforos reducidos en los espectáculos, sancionen más las fiestas ilegales. Intensifiquen la vacunación para tenerla con extensión suficiente en verano y no en otoño, pero no se dediquen a matar moscas a cañonazos, con la pólvora de cierres, subir los impuestos y arruinar más al personal. A este paso nos empujan hacia una Asturias de 800.000 habitantes con 400.000 ancianos.
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