Carla
Conocí a Carla Delgado Gómez, más conocida por su nombre artístico como Carla Antonelli, en el transcurso de un intenso y vivo debate en el seno del PSOE en 1998, hace 23 años. Se debatía sobre la postura oficial que debía asumir el partido en los temas que afectaban a las identidades sexuales. Eran otros tiempos, pero ella ya venía de mil batallas. Me impresionó su vitalidad, contundencia y firmeza en la defensa de sus argumentos y, por supuesto, me cautivó su belleza, su porte y elegancia.
Le comenté mi impresión a una compañera del partido que estaba sentada junto a mí: ¡Qué mujer más guapa!, ¿no? Mi interlocutora me miró asombrada y contestó: ¡Cómo sois los hombres, es una travesti! Mi respuesta inmediata, a su vez, y en forma de pregunta, fue: ¿Y? Se quedó mirándome y no añadimos, ni ella ni yo, nada más al pequeño diálogo (creo que incómodo para ella) que la intervención de Carla me había suscitado.
Al final de la reunión mantuve una breve charla con Carla que me sirvió para reafirmarme en mi opinión sobre ella. De vuelta a Salamanca, comenté a mi mujer que había conocido a una persona fantástica que intuía que iba a aportar mucho al partido y a la sociedad en su conjunto, que busca y desea la conquista de más derechos civiles. En mi opinión, comenté con mi mujer, Carla tiene un futuro prometedor... si la dejan.
Veinte años atrás de este encuentro, en España, las personas transexuales y homosexuales podían ser encarceladas bajo la franquista "Ley de peligrosidad social", donde cabíamos casi todos pero especialmente las personas homosexuales y transexuales, entre ellas, Carla.
En 1980 grabó el primer documental temático sobre transexualidad para TVE. No se pudo emitir hasta el año siguiente porque fue censurado. Había cometido el "pecado" de arremeter contra la judicatura por no permitir el cambio de nombre y sexo legalmente.
En 1997, se abrió un espacio en el seno de su partido, siendo nombrada "coordinadora del Área Transexual" dentro del grupo federal LGTB del PSOE. Trabajó activamente en el programa electoral, en el que, por primera vez, el partido incluía el matrimonio entre personas del mismo sexo y la ley de Identidad de Género para las personas transexuales. Ley que finalmente vería la luz el 2 de julio de 2005, con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y la segunda sería aprobada dos años más tarde. El trabajo incansable de Carla tuvo mucho que ver en estas dos leyes. Se reservó para sí misma, como un "trofeo de caza mayor", ser la primera persona transexual que en Madrid consiguiera que su verdadera identidad figurase en los documentos oficiales tras la aprobación el 1 de marzo de 2007 de la ley de Identidad de Género.
Ha estado presente ahí donde su presencia, su palabra y su testimonio le ha sido requerido: Venezuela, Chile, México, Cuba, Argentina...la han acogido con especial cariño. Y en España, en las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid del 2011, fue elegida diputada de la Asamblea. La primera mujer trans en acceder a un cargo de representación parlamentaria en España.
Estos días ha sido noticia porque en España, a pesar de estar a la vanguardia de los derechos civiles de las minorías, persisten los personajes que de vez en cuando emergen de las cavernas de la intolerancia. El diputado Mariano Calabuig (Vox) se dirigió a ella en términos transfóbicos. Se refirió a ella en dos ocasiones en masculino ("el representante del Partido Socialista", "el diputado"), a lo que ella le reprochó su comportamiento. Le pidió que se disculpara o que retirará sus palabras. Él se negó (¡faltaría más, él es un señor que se viste por los pies!).
Lo más grave del "incidente" fue que la diputada Carla Antonelli pidió amparo a la presidenta de la comisión de la Asamblea, Marta Marbán (CS), quien está obligada a proteger la dignidad de los diputados y diputadas de la Asamblea de Madrid, y no se lo concedió. El diputado neofascista esbozó una sonrisa y la reunión continuó, quedando sobre el aire de la Asamblea de Madrid, de la sede de la voluntad popular madrileña, un pestilente tufo nacido de las entrañas del espíritu de la "ley de vagos y maleantes" que creíamos enterrada junto a la momia de Franco.
Ningún diputado o diputada de las filas del PP/Cs (salvo una de Cs que rogó a Carla que no diera su nombre) se ha solidarizado con Carla. Sin embargo, recibió un aluvión de mensajes de apoyo y solidaridad de la ciudadanía, que ha contemplado el espectáculo bochornoso como uno más desde que la extrema derecha empezó a crecer envalentonada, porque la derecha los necesita para gobernar en Madrid, mientras la izquierda y los movimientos feministas discuten si son "galgos o podencos" en torno al proyecto de ley Trans.
No es creíble el debate que mantienen en el seno de la coalición de gobierno. No es creíble que una parte del movimiento feminista crea en serio que algunos aspectos del proyecto de ley van contra ellas. Ni tampoco es creíble que la edad para poder ejercer la libre autodeterminación del género sea un obstáculo para sacar adelante la ley. Ocho países europeos lo regulan a partir de los 18 años, dos de ellos a los 16, con el aval de los padres. Y solo dos, Holanda y Noruega, lo permiten a partir de los 16, como contempla la propuesta del Ministerio de Igualdad. En nuestra vecina Portugal desde que aprobaron la ley en 2018, la autodeterminación de género sin necesidad de informe médico ni hormonación, 568 personas han requerido el cambio de sexo en el Registro Civil. De ellas, 42 eran menores de edad y desde 2020 es un procedimiento gratuito y ágil.
El "falso debate" abierto en la coalición de gobierno con el inexplicable (¿o sí?) pronunciamiento de una parte del movimiento feminista solo tiene motivaciones políticas de regate corto. Quién se erige en el padre o madre de la ley, todo lo demás son florituras.
"Esto que ha ocurrido es una gota de agua en un vaso que está a punto de rebosar. Un vaso que está demasiado lleno de vejaciones, insultos y descalificaciones, de ponernos en el disparadero nacional, de que somos un peligro para el feminismo y para los españoles. Esto es un atropello y una injusticia absoluta hacia un colectivo de personas que lo ha tenido y tiene muy difícil a lo largo de su historia y que está intentando levantar la cabeza. No somos números, somos personas. A la gente se le olvida que todavía hoy nos están dando hostias por la calle. Hasta ahí hemos llegado" (Carla Antonelli).
Este año es el primero que no se ha colocado la bandera arcoíris en la fachada del edificio de la Comunidad de Madrid de la Puerta del Sol.
Gracias, Carla, por ser como eres. Gracias por tu compromiso y trabajo.
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