¿Soy yo un amigo para este tiempo?
Conforme pasan los meses, la situación nos va cambiando la vida, nuestra existencia se enrosca en el yo hasta el punto de evadir al otro, generalmente al desconocido, pero un desconocido a quien antes habríamos saludado o ayudado. Hasta con los allegados estamos perdiendo el contacto más directo e íntimo. Quisiéramos ayudar, o que nos ayuden, pero las palabras son de piedra a través del móvil, tablet, ordenador, etc., son mensajes para cumplir, telegramas que más que curar asustan.
Es posible que vosotros, lectores como yo, estéis releyendo vuestra novela favorita, o vuestro poeta, o aquellas cartas del novio desde la mili, o simplemente rememorando la sencilla pero maravillosa sabiduría de la abuela. Mientras tanto, a alguien se le desmaya el alma sin saber qué hacer. En mi lectura favorita, encuentro perlas que me dan ideas, ¿y de qué sirven las ideas si no se les da vida? Hoy, soy la abuela que más que sabia ha recogido alguna sabiduría; os regalo esta: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17).
¿Recordáis los votos en el matrimonio?: “Yo ‘fulano’ te acepto como esposo para amarte y respetarte, en la ventura y en la desventura, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe”. Bueno, pues eso mismo es la amistad. El filósofo inglés Francis Bacon decía que sin amigos el mundo es un desierto. Hoy más que nunca –creo que es así en el caso de todo humano vivo– el mundo es un desierto lleno de gente bajo la arena. Hoy más que nunca necesitamos al amigo, ese hermano nacido para cuando hay angustia. Seámoslo, sepamos escuchar con amor y respeto, sin despreciar el dolor del otro, dolor por el que quizá nosotros ya hemos pasado, entendiendo que no es la circunstancia la protagonista, sino la persona, esa persona distinta, a la que amamos hoy, tanto como haga falta.
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