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Más de cuatro millones de parados

3 de Marzo del 2021 - J. J. J. Suárez González (Gijón)

España otra vez vuelve a sobrepasar la brutal cifra de cuatro millones de parados, eso sin contar los cientos de miles de personas que están en un ERTE. No es una desgracia que se ceba en nuestro país, no es una maldición que alguien nos haya echado, es el resultado de políticas erróneas implementadas durante años por gobiernos de distinto signo político que ahora, merced a la pandemia del coronavirus, se hacen patentes, como se hicieron tras la crisis de 2010. ¿Quién criticó, en plena burbuja financiero-inmobiliaria, que millones de extranjeros vinieran a trabajar a nuestro país?, ¿quién se alarmó, cuando España batía marcas en la llegada de turistas, de tener un sector sobredimensionado tan vulnerable a factores exógenos que ya suponía casi el 15% del PIB? Como cuando decíamos que el carbón estaba muerto y acabado y que había que emplear el dinero de los fondos mineros, no en chorradas, sino en crear un nuevo tejido industrial que sirviera de alternativa, criticar la llegada masiva de inmigrantes o el sobredimensionamiento del sector turístico y hostelero eran cosas que nadie quería escuchar, cuatro gatos que decíamos entonces ¡cuidado! éramos cuatro gatos apestados. El negocio del ladrillo necesitaba mano de obra barata y aunque había casi dos millones de españoles apuntados a las listas del Inem y una etnia casi completa, de más de 800.000 personas, viviendo de los salarios sociales sin dar un palo al agua, al parecer, no había gente para trabajar en España. Así, con los gobiernos de Aznar, empezó la inmigración en nuestro país, que siguió con los gobiernos de Zapatero, no solo ya trabajando en la construcción, también en el sector servicios, muy especialmente en la hostelería. España fue el país del mundo que más inmigrantes recibió en menos tiempo. “Los inmigrantes nos pagarán las pensiones”, eso se decía hasta hace cinco minutos, lo que no nos decían era lo que podía suceder y mucho menos nos decían que tras aquellos inmigrantes que vinieron a trabajar y a buscarse la vida vendrían otros muchos a vivir de las ayudas públicas que les brindaban los españoles, caras sanidad y educación completamente gratis incluidas. Un fenómeno del que se ha hablado muy poco, por no decir nada, es que en los últimos años han entrado en España miles de inmigrantes mayores de 60 años, la mayoría procedentes de Marruecos, aunque también rumanos, búlgaros, ucranianos, iberoamericanos etcétera, que, como es evidente, no vienen a trabajar ¿de qué viven? Y el flujo de la inmigración no ha cesado a pesar de las brutales cifras de paro de las que estamos hablando. La economía se asentaba sobre una mesa de tres patas, no sobre una mesa de veinte patas, y cuando a la mesa de tres patas le quitas la pata del turismo y de la hostelería la mesa se cae, obviamente. En las colas del Inem y en las colas del hambre se ven ahora a muchos de aquellos extranjeros que vinieron a España a buscarse la vida, la mayoría no se han podido acoger a un ERTE porque trabajaban en la economía sumergida. Mientras nos cuelgan los sambenitos de racistas y xenófobos a los que avisamos de lo que nos podía caer encima, los defensores del buenismo estúpido y del “ejército de reserva que presione a peores condiciones salariales y laborales al resto de trabajadores” lloran ahora con lágrimas de cocodrilo por los desgraciados, esos desgraciados que, eso sí, seguirán en nuestro país, porque en los suyos estarían aún peor.

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