Mascarilla y menopausia
Si miramos la definición de menopausia en internet, es la desaparición de la capacidad de reproducción de la mujer, pero nadie dice que en realidad es la entrada a un parque de atracciones, y subirse en una montaña rusa con una ficha que se recarga automáticamente una y otra vez, para que disfrutes de subidas y bajadas de sensaciones, y estados de ánimo que a tu lado la niña del exorcista es una dulce criatura con pecas y coletas.
Si la menstruación no fue bastante castigo por morder la manzana prohibida, con cuarenta o cuarenta y cinco años, nos llega la menopausia para poner la guinda del pastel a una juventud llena de cambios hormonales, humor, y mil cosas más, que por mucho que nos quisieran poner muy bonito en un anuncio, con una chica muy mona y feliz, oliendo las nubes, nada tiene que ver con la realidad. Es algo así como las hemorroides (las sufres en silencio), porque los hombres no lo entienden y las mujeres no lo admiten, como si les diera vergüenza. Vergonzoso en tal caso es ir enseñando el culo por la calle, eso sí.
Bueno, quedando claro la teoría, adentrémonos en la práctica. Es la fase en la que los jerséis de cuello vuelto salen del armario para siempre, y te vistes como si de una cebolla se tratara. Las noches pasan a ser otra clase de tortura, en la que la acción de poner y quitar ropa podría interpretarse como deporte olímpico, en que aspiras a medalla de oro.
Por supuesto pasa a segundo plano el momento romántico con tu pareja, la cucharita, cuando te acomodas cariñosamente a su espalda y te paras a pensar en qué momento te casaste con una parrilla que funciona a pleno rendimiento, y te das la vuelta pidiendo a gritos un extintor. A lo que voy, nuestra vida se convierte en un sinvivir y aquí entra el nuevo complemento de moda: la mascarilla; otra prenda que se pone en nuestra contra en el día a día, porque en el momento que entras en ebullición, ese instante en el que tu cuerpo empieza a calentar como si de un Renault 8 se tratara, subiendo el puerto Pajares a 140 km/h, y se quema por completo la junta culata. Todo por el simple hecho de entrar en el autobús con el abrigo puesto.
Es aquí cuando empiezas a pelar la cebolla, como si fuera pleno agosto y te vieras frente a una playa paradisiaca y quisieras lanzarte al mar, pero ¡ay amiga!, la mascarilla no te la puedes quitar, y la sensación de no respirar se apodera de ti. Afortunadamente se pasa rápido, pero en un segundo te teletransportas al Polo Norte y de nuevo te falta ropa para volver a abrigarte.
Con este examen forense solo quiero reivindicar el papel de la mujer en el día a día, una mujer que tiene su día el 8 de marzo, pero que cada vez que se levanta de la cama va trabajar, en casa y fuera, y tiene que luchar por sí misma, por sus hijos, marido, padres, suegros y familia en general, no recibiendo siempre una palmada en la espalda, o un abanico para calmar los sofocos diarios.
Por eso os digo a todas las mujeres lo mismo que en su día dijera ese gran orador llamado M punto Rajoy a su amigo Luis: “Sed fuertes”.
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