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Errare humanum est: de lo que no me arrepiento

4 de Marzo del 2021 - Cecilia Busto (Avilés)

En relación con mi escrito anterior, me gustaría retirar la situación que denunciaba, dado que el comentario que “se había modificado” era una opinión que una servidora compartió con otra persona sobre otro tema (del que versaba el tablón de anuncios online), así que me gustaría dar mis más sinceras disculpas: en ningún momento deseo acusar a nadie, y menos de actos tan graves como los que cometen los “dinosaurios censores” (que, desafortunadamente, aún perviven en esta sociedad, sobre todo en la comunidad universitaria).

El ser humano, a lo largo de toda su vida, ha cometido y va a cometer fallos, y la sociedad, habitualmente, los recrimina (sobre todo, aquellos cometidos por personajes públicos). Yo misma confieso ser muy exigente cuando meto la pata como, desafortunadamente, ha ocurrido en esta ocasión, donde tuve un fallo de interpretación; y, del mismo modo que soy partidaria de expresar opiniones de forma abierta y educada, también lo soy de dar la cara y asumir responsabilidades cuando se comete un error.

Me gustaría retirar la situación que en un inicio denunciaba y reiterar mis más sentidas y sinceras disculpas, pero también me gustaría señalar los detalles de los que no me arrepiento (porque los ha habido):

-Para quienes estéis interesados en realizar mis estudios de máster, no os voy a mentir: hay muy pocas asignaturas que sean aprovechables (cuatro, contando las prácticas) y en las que se aprenda realmente. De hecho, estoy descontenta con la gran mayoría de materias, puesto que, con mis mayores respetos, no se aprende gran cosa y hay muchas tareas de relleno (como la misma actividad que me aburría y en la que interpreté erróneamente que se me había boicoteado).

-No obstante, os recomiendo perseguir vuestros sueños porque el que algo quiere algo le cuesta. Además, son unos estudios que deberían ser revisados por el Gobierno español (el órgano que lleva este máster), puesto que se le da demasiada importancia a la burocracia, no tanto a tratar con los estudiantes, y donde se aprende en realidad es en las prácticas (que, para mi gusto, deberían durar un curso escolar entero, con el fin de poder conocer mejor a los alumnos y la labor docente).

-La recomendación que daba a los compañeros de estudios que leyeran esto: no seáis dinosaurios censores como algunas personas y fomentad un pensamiento crítico, libre y respetuoso con los demás. No impongáis tampoco vuestros valores, dejad que piensen ellos mismos; y sed empáticos, pacientes y tolerantes: solo así formaremos mejores personas, misión fundamental que tenemos los docentes más allá de impartir contenidos teóricos.

A esta última afirmación le añadiría otra idea: a la hora de cometer errores de este tipo (sin intención de hacer daño), no recriminéis ni juzguéis, sino fomentad que extraigan lo positivo del aprendizaje (porque, a fin de cuentas, también se aprende de todo esto), como yo acabo de hacer. Cometer un error no es, ni mucho menos, sinónimo de ser mala persona.

Yo misma he sido testigo este año de casos que eran implacables con las meteduras de pata de los demás, y creo que ese es el peor trato que se le puede dar a otro ser humano, porque son sucesos imprevistos que le pueden acontecer a cualquiera. Ayer probablemente le haya tocado a cualquier otra persona de este mundo; hoy ha sido mi turno, y debo decir que me ha servido como anécdota para rebajar mis niveles de autoexigencia si me sucede cualquier incidencia de este tipo.

Espero que este escrito haga reflexionar sobre la importancia de cambiar la forma en la que actuamos ante un error que cometemos nosotros o que cometen los demás. Porque, como decían los latinos, “errare humanum est”.

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