El viaje del Papa a Mesopotamia
Ur de Caldea, patria del profeta Abraham, padre de los creyentes. Emocionante eucaristía en la que se repitió cien veces la palabra Salam (paz), y yo me acordaba del presidente Saddam Hussein, que fue un amigo de España. En mis tiempos de Londres mi barrio de South Kensignton se llenó de hermosas tapadas elegantes cuyos ojos miraban con una fuerza de fuego detrás del chador. Inglaterra arruinada, los iraquíes compraban casas en los barrios elegantes y traían a sus harenes. Todo aquello se derrumbó con la guerra del Golfo. Ocultas y espurias razones para destruir un país: el petróleo, los judíos, las disensiones internecinas en el mundo árabe que llevaron a Hussein, borracho de poder, a invadir Kuwait. Saddam, sin embargo, no era esa caricatura de tirano con que le pintan los sionistas. Los americanos derribaron su estatua, lo ahorcaron como a los nazis en Nuremberg. Compasión, ninguna. Caridad, poca. La codicia es implacable. La vieja Mesopotamia quedó destruida. Un obispo caldeo huyó a Roma y entre lágrimas contó al Papa Juan Pablo II que lo que estaba en juego era la destrucción del cristianismo maronita en Siria y toda la zona. Se lavaron las manos en el Vaticano. No movieron un dedo, ni una queja, ni una protesta, "propter metum iudeorum". Detrás de toda esta jugada estaba Israel el "sacamantecas", empeñado en acabar con Siria, con Irak y más tarde Irán, implementando la política cesárea de los romanos en la guerra de las Galias de divide y vencerás. En un gesto valiente Francisco I ha desplegado un gesto que le honra, el mejor de su pontificado, y acaso le cueste la tiara realizando este viaje penitencial, pero no habrá paz sin justicia. El pueblo iraquí ha sido un mártir de los intereses estratégicos de las superpotencias que para mayor confusión se sacaron de la manga ajena al mundo árabe una institución como el Daesh. Son una especie de "You can" (Podemos) en el Oriente Medio. No habrá paz sin justicia y sin una información veraz, que es lo que ha fallado en toda esa zona donde se perfila el gesto adusto de ese sacamantecas que se llama Benjamín Netanyahu. Pero a ese no lo ahorcarán.
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