Diecisiete 11-M

10 de Marzo del 2021 - Alfredo Sancho Cavo (Madrid)

El 11 de marzo se cumplen 17 años del mayor atentado terrorista sufrido por los españoles en tiempos de paz. Fueron asesinados en los trenes de la muerte de las estaciones de Atocha y El Pozo 193 personas y muchos cientos más quedaron con heridas o traumatizadas.

Ya había habido otros dos atentados realizados por fanáticos mahometanos que afectaron a españoles. El más antiguo es el del restaurante El Descanso en Torrejón de Ardoz; se perpetró el 12 de abril de 1985, e iba dirigido contra los soldados estadounidenses que lo frecuentaban por su cercanía a la importante base que el ejército americano tenía en Torrejón; murieron 18 personas, ninguna estadounidense. Pero no fue una respuesta dirigida contra los españoles, aunque fueran españoles los que murieran.

El segundo fue contra la Casa de España en Casablanca el día 17 de mayo de 2003; que dejó 41 muertos -entre ellos dos españoles- y decenas de heridos. El atentado estaba claramente dirigido a castigar a España porque el Gobierno Aznar fue cómplice de EE UU en la inicua invasión de Irak que destruyó un país próspero.

Quizás algún lector se sorprenda que opine que los iraquíes vivían bien, pues la propaganda de USA y de los obsecuentes medios de comunicación de la prensa derechista ha creado la imagen de un pueblo mísero, al que había que liberar. Nada más lejos de la realidad que yo conocí por motivos profesionales como explico más abajo. Los iraquíes vivían bien, vestían a la europea, las mujeres también lo hacían, ninguna utilizaba kaftanes, ni pañuelos para tapar el cabello; usaban faldas o pantalones, y blusas al igual que las españolas de entonces.

En el año 1970 mi empresa suministró los equipos eléctricos para una azucarera que una ingeniería española había vendido al Gobierno de Irak. El emplazamiento de la factoría era la ciudad de Sulaymaniyah, hoy unas ruinas. Los trabajos de montaje de la azucarera estaban protegidos por el Ejército iraquí, porque los “Peshmergas” bajaban de sus montañas del Kurdistán y lo robaban todo, como venían haciéndolo durante siglos -recuérdese la historia del Viejo de la Montaña y sus “hashshashín”-. Los cuatro de la foto de las Azores, para buscar argumentos que justificasen su agresión a Irak, acusaron falsamente a Saddam Hussein de haber bombardeado con gases tóxicos a los “Peshmergas”.

El 17 de mayo de 2003 hubo un atentado con explosivos en la Casa de España en la ciudad marroquí de Casablanca; murieron 41 personas, 2 de las cuales eran ciudadanos españoles que estaban allí por negocio, pues Casablanca es la capital económica de Marruecos. Los terroristas hicieron un comunicado en el que decían que el atentado era en represalia por el apoyo de Aznar a la invasión de Irak. Los servicios secretos marroquíes comunicaron sus investigaciones a sus homólogos franceses, que las hicieron llegar al director del CNI, Jorge Dezcallar -existen pruebas de la entrega-; sin embargo, Aznar, que fue cómplice de Bush en la invasión de Irak, no podía aceptarlo, y mintió a los españoles diciendo que el motivo fue porque en la Casa de España se bebía vino.

Estuve varias veces en la Casa de España, que era restaurante y centro social, además de tener un carro de quesos franceses que no desmerecía del de los grandes restaurantes de París; y sí, se bebía mucho, pero hacía más de 40 años que se bebía y nunca hubo alteración alguna.

La razón de esos viajes era que mi socio en la nueva empresa que fundé, asturiano también, había creado muchos años antes una empresa de instalaciones eléctricas en Casablanca, que llegó a modernizar los palacios reales de Fez y Mequinez. Pero cuando el rey Mohamed V decretó la marroquinización se vino a España con su familia, dejó al frente del negocio a un marroquí y cada semestre viajaba a Casablanca para recoger su parte de beneficios. Casi siempre le acompañé porque era un viaje que me agradaba.

El jueves fatídico estábamos en nuestro apartamento de Canarias y a las nueve mi esposa salió de la habitación para preparar los desayunos y sonó su teléfono, era nuestro hijo que le dijo todo alterado que nuestro nieto de 4 años y su esposa habían pasado por Atocha sin problemas, que el niño había quedado en el colegio y ella volvió a su casa. No sabíamos de qué hablaba y entonces nos preguntó si no habíamos visto la televisión. No, no la habíamos visto porque no encendemos la televisión hasta que desayunamos.

Aquí es necesaria una explicación. En la urbanización hay 80 propietarios, de los cuales un 80% son británicos -las juntas de la comunidad se hacen en inglés y luego se repite lo tratado en español-, españoles habrá unos seis propietarios, cinco de ellos canarios, y peninsulares solo mi esposa y yo. Hay también dos alemanes y algún italiano. Como consecuencia, las emisoras sintonizadas son BBC, ITV, Sky News, ZDF, RAI, además de la obligada TVE, Antena 3, Tele Canarias y algunas locales tinerfeñas.

Sobre las cinco de la tarde hora canaria, ya el corresponsal de la BBC indicaba que había rumores de que el explosivo no era del tipo empleado por ETA. Al día siguiente la BBC descartaba que fuera un atentado de ETA.

Por suerte, el comisario jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, no creyó ni a Aznar ni a Acebes, y siguió investigando; tal investigación permitió encontrar varias mochilas colocadas a lo largo de las vías del AVE a Sevilla, y desactivar los explosivos que contenían.

Como el mesiánico Aznar había proclamado ex cathedra que todos los terroristas eran iguales, el 11-M nos pilló a los españoles inermes. El Gobierno, por su ministro del Interior, Ángel Acebes, intentó mantener que había sido ETA, a pesar de que ya por la tarde los medios de comunicación descartaban la autoría de ETA. El viernes 12 ya muchos ciudadanos conocían las informaciones que hablaban de atentado islamista y acudieron a la sede del PP -ésa que ahora no pueden mantener- a pedir la verdad. El domingo 14 el PP perdió las elecciones por mentir a los españoles.

Y a partir de entonces empezó la conspiranoia y la crispación. Pero, como hubiera escrito Kipling, esa es otra historia.

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