La importancia de llamarse Pepe
Pepe, apelativo cercano y familiar de los que nos llamamos José, proviene del abreviado latino P.P., con lo que referían a San José, “Pater Putativus” de Jesús.
El significado de esta expresión no casa bien con el querido Santo. En realidad, es el hombre elegido directamente por Dios para realizar la función de padre de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre en la Virgen María.
Pero llamarse José enlaza también con el del hombre humilde y santo, hijo de Jacob, que es vendido por sus hermanos, porque no le quieren bien, y que es tan grande, que hecho gran mandatario de Egipto, perdona a sus hermanos y salva a los hebreos. Este José es figura de Cristo al dar su vida y perdonar. El perdón, esa palabra maravillosa que, siendo consustancial con Dios, es la que trae la paz a todo entorno, al Mundo. Palabra que desconocen los sembradores del odio.
Volviendo a San José, padre de Jesús, las pocas referencias que vienen en los Evangelios, nos presentan a un hombre joven, elegido por Dios, lleno de virtudes humanas: buen esposo y padre, muy trabajador manual, inteligente para cumplir con su vocación, sacrificado, sencillo, obediente y oculto. Sin pretensiones más que las recibidas del Padre Dios, desapareciendo una vez cumplido su encargo divino.
Por todo ello, el orgullo que tenemos los llamados José es tan grande.
La pena es que a veces no somos conscientes de a quién tenemos como patrón y no acudimos a él para que nos ampare en nuestras necesidades, en muchos casos parecidas a las que él tuvo.
¡Viva San José! y los así bautizados.
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