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¿Vivir del cuento en China?

12 de Marzo del 2021 - J. J. J. Suárez González (Gijón)

El presidente de China, Xi Jinping, ha dirigido estas palabras a la Asamblea Nacional Popular en la conmemoración del centenario del Partido Comunista Chino, que cumplirá cien años el 23 de julio de este año: “Amigos, camaradas, la pobreza extrema ha sido erradicada en China. Desde los años 70, bajo la dirección del Partido, 700 millones de personas han salido de la pobreza extrema en las zonas rurales de nuestro país”. Es incuestionable que China ha pasado de ser un país anclado en la Edad Media a un país que ya es la primera potencia económica mundial, será la primera potencia militar dentro de 15 años y será la primera potencia en el espacio exterior de la Tierra antes de 10 años y es incuestionable quién ha dirigido ese proceso y quien ha gobernado y gobierna en China, nos guste más o nos guste menos. Pero, yo no creo que los éxitos de China se deban tanto a la dirección del PCCh como de algunos comunistas chinos, que no es exactamente lo mismo. La verdad es que, durante muchos años, China había estado gobernada por el mismo partido que lo está hoy y no solo no había logrado éxitos económicos, con reformas agrarias sin sentido, con locas políticas económicas y con purgas criminales en el propio partido, se había sumido al país en hambrunas terribles donde murieron millones de personas. En aquellas purgas de la Revolución Cultural los mejores y más lúcidos miembros del partido fueron asesinados y otros muchos, junto a sus familias, enviados a campos de “reeducación” o a trabajar al campo en las labores más ingratas. Entre ellos estaba Deng Xiaoping que, a la muerte del “"Gran Timonel”, un día regresaría para poner en su sitio a "la banda de los cuatro", que dirigía la viuda de Mao, y para, bajo el eslogan de “no importa el color del gato si caza ratones” poner a China en el camino de la modernidad y del progreso. Otros vendrían después para seguir la senda trazada por el que nunca fue ni secretario general del partido, ni primer ministro ni presidente del gigante amarillo, “solo” secretario de la Comisión de Defensa del Comité Central, entre ellos el muchacho que fue enviado al campo a apilar estiércol y hoy presidente, Xi Jinping. Está claro que China, a pesar de que en ella conviven dos sistemas económicos y hay muchos millonarios, es un país donde la planificación económica, con Planes Quinquenales, y el poder del Estado sobre las grandes corporaciones, los bancos y, en general, toda la sociedad es evidente y que, aunque allí el socialismo no es el de Marx, hay una cultura muy distinta a la occidental. Pero, esa cultura, la de la planificación, la del trabajo y la del esfuerzo ni es solo privativa de China en Oriente, también la vemos en Japón, en Corea, en Singapur, etcétera, países con regímenes políticos muy distintos, y es esa cultura la que se está imponiendo a Occidente, que la tenía hace muchos años, pero que ya no la tiene. Los que ya peinan canas, o ya no tienen nada que peinar, se acordarán de una pregunta que, por repetitiva, se acabó convirtiendo en estúpida en la España de los años 70 y que se hacían los chicos y las chicas ¿estudias o trabajas? Si hace usted ahora esa misma pregunta en España a millones de personas se llevará una sorpresa y lo mismo sucede en muchos países occidentales. La cultura del trabajo y del esfuerzo ha sido sustituida por la de vivir del cuento, es decir, vivir a costa del Estado, es decir, vivir a costa de los demás. Esa es la gran diferencia entre las sociedades occidentales y las sociedades orientales y eso será, y no tanto las ideologías políticas, lo que determinará el apogeo de unos países y el declive de otros.

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