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La Parodia Nacional

14 de Marzo del 2021 - Pablo del Camino Alonso (Madrid)

Tal vez recuerden un programa televisivo, emitido por Antena 3 entre 1996 y 1999, llamado “La parodia nacional”, en el que los concursantes componían letras satíricas que se adaptaban a canciones de música popular (pop, rock, melódica, copla, etcétera). Las letras satirizaban todo, desde el Gobierno hasta la publicidad de la televisión, desde el fútbol hasta la política internacional, unas con una ironía muy fina y otras más chuscas. He recordado este programa, que fue un gran éxito televisivo, y que divertía a la gente, por el último caso de censura en las RR SS.

Las Redes Sociales hace tiempo que dejaron de ser meras aplicaciones de “frikies” de internet, para convertirse en verdaderos medios de comunicación e influencia con un poder enorme (véase el caso de Facebook y el gobierno de Australia), que masivamente utilizan desde presidentes de Gobierno, organizaciones mundiales, periódicos o radios, hasta “youtubers”, creadores de contenido, escritores o anónimos usuarios, para emitir y compartir sus opiniones; lamentablemente, en la mayoría de las RR SS (Twitter, Facebook, Instagram, TikTok, Parler, Gab, Youtube, Vimeo, Twich, etcétera) hay que rebuscar entre montañas de basura para encontrar algún contenido de calidad.

Uno de los debates más acalorados que surgen entre los millones de usuarios de estas RR SS es el tema de la censura; un usuario puede considerar que un contenido es inapropiado y denunciarlo en la red social correspondiente, siendo los “Community Manager” de la misma quienes ejercen de árbitros y valoran si es apropiado o no, aplicando la disciplina correspondiente: bloqueo del usuario bajo la condición de borrar el contenido, suspensión temporal, limitación de acceso al contenido o, en última instancia, expulsión. En otras ocasiones, como es el caso de Twitter, si un contenido tiene un determinado número de denuncias, se bloquea al usuario automáticamente, si mi información es cierta; esta última situación es utilizada para bloquear cuentas de usuarios mediante denuncias en masa, tanto de usuarios reales como de “bots”, como parte de campañas de acoso y derribo en internet, dentro de lo que, en el mundo anglosajón, se conoce como cultura de la cancelación o “cancel culture”.

Entre los muchos actos de censura en las RR SS (muchos de ellos justificados, pero una gran mayoría desproporcionados), uno que me ha parecido significativo es el que ha sufrido el último video del grupo “Los Meconios” (“Los Meconios” es un dúo musical que compone canciones tanto propias como adaptaciones de otras conocidas) que, para hacer una sátira sobre Irene Montero y su Ministerio de Igualdad, el 8M y el feminismo radical, compusieron una letra adaptada a la famosa canción de “Mecano” "Maquillaje". Este vídeo fue censurado porque diversas personas consideraron que era inapropiado, seguramente machista, y que incitaba al odio hacia un grupo protegido, o algo por el estilo.

En el instante en el que fui conocedor de este hecho, vino a mi memoria el programa mencionado anteriormente: “La parodia nacional”, un programa que, a día de hoy, sería imposible volver a emitir, a no ser que las sátiras se hiciesen con transversalidad, sororidad y perspectiva de género, para conseguir ser resilientes en un entorno no heteronormalizado. Como sociedad, es sorprendente lo fina que se nos ha vuelto la piel y la poca tolerancia que tenemos a la crítica y la frustración; paso a paso, sin casi darnos cuenta, nos hemos dejado arrastrar a un entorno narcisista e infantiloide en el que los caprichos se consideran como derechos inalienables, en el que el Estado debe hacerse cargo de todo y nosotros no tenemos responsabilidad alguna sobre nuestros actos, un entorno en el que se considera que no hay que esforzarse para conseguir algo porque “tenemos derecho”.

Sin embargo, no todo está perdido, ya que aún hay cierta Seguridad Jurídica y los tribunales defienden (aunque con retraso) las libertades individuales: hace unas semanas se supo que la Audiencia Provincial de Madrid revocó la sentencia (de 2018) que obligaba a pagar 70.000 euros, en concepto de indemnización por vulneración del derecho al honor de Irene Montero, debido a la publicación del soneto satírico titulado “De monjas a diputadas”: “Cuentan que en España un rey / De apetitos inconstantes / Cuyo capricho era ley / Enviaba a sus amantes / Hacer de un convento grey / Hoy los tiempos han cambiado / Y el amado timonel / En cuanto las ha dejado / No van a un convento cruel / Sino a un escaño elevado / La diputada Montero / Expareja del ‘Coleta’ / Ya no está en el candelero / Por una inquieta bragueta / Va con Tania al gallinero”. En otros tiempos, como le ocurrió a don Francisco de Quevedo con su poema satírico sobre el conde-duque de Olivares, una osadía de este tipo te llevaba a una húmeda y oscura mazmorra.

Finalmente, me gustaría compartir una reflexión de la escritora y filósofa rusa, nacionalizada norteamericana, Ayn Rand, quien, durante una entrevista multitudinaria en Estados Unidos, en los años 70, directamente afirmó que a las líderes feministas solo les interesaba conseguir poder y subvenciones. Cientos de miles de personas, creyendo que están actuando en aras de un ideal superior, se convierten en simples peones para que unos pocos que, seguramente, consideran que la sociedad tiene una deuda con ellos, logren sus objetivos personales a costa de los demás, no siendo conscientes de que no somos responsables de sus problemas y sus frustraciones. Esta idea la utilizó Bertrand de Jouvenel para explicar por qué la mayoría de intelectuales y artistas odian el capitalismo y se vuelven socialistas, esos que nos dan lecciones de moralidad y nos dicen.

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