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Los códigos nucleares

14 de Marzo del 2021 - Marilde García

Es muy probable, estimado lector, que el 6 de enero haya asistido a la retransmisión del asalto al Capitolio estadounidense y puede que haya requerido su atención la escena que reproducía la huida en tropel, auténtica avalancha, de los asaltantes, de la que el comentarista de la misma destacaba a un personaje que a decir suyo portaba (en la mano izquierda) “un maletín con los códigos nucleares”.

Y ¿qué son estos códigos? ¿Qué son y cómo usarlos?

El presidente de Estados Unidos es el único habilitado por la Constitución para dar luz verde al uso de armas nucleares sin tener que pedir consejo a los militares, un poder exorbitante que preocupaba a los demócratas como se puso de manifiesto cuando tras el asalto al Capitolio la Cámara de Representantes de los demócratas presentó una acusación de juicio político contra Trump acusándole de incitación a la insurrección.

Pelosi, presidenta de la Cámara, dijo que se trataba de “evitar que un presidente inestable lance un ataque militar o acceda a códigos de lanzamiento y ordene un ataque nuclear". Trump fue juzgado por segunda vez por el Senado y absuelto al no conseguir los dos tercios necesarios para su condena (fue el único presidente de la historia de Estados Unidos en afrontar dos juicios políticos o impeachment).

El maletín nuclear, al que llaman “la caja negra” o “pelota nuclear”, viaja a todos los lugares a los que el presidente de Estados Unidos va.

Quiero traer aquí la reflexión que el brillante politólogo Ignacio Sotelo nos dejó en su interesante artículo “La amenaza de la proliferación “, escrito en “El País” en mayo de 2006: “Si existiera un ser humano tan fuerte que pudiera matar a todos, pero, nadie, solo o coaligado, pudiese matarlo a él, este gigante dispondría de un poder absoluto. Poder del que también gozaría el Estado que estuviese en condiciones de aniquilar a cualquier otro, pero fuese indemne a los ataques de todos los demás. De la omnipotencia con la que sueñan los humanos disfrutó Estados Unidos entre 1945 –año de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki– y 1949 –cuando la Unión Soviética consiguió su arsenal atómico–. Fueron los cuatro años en que mantuvo el privilegio de ser la única potencia nuclear. En años sucesivos, entre 1952 y 1964, Reino Unido, Francia y China fueron entrando en el club atómico. Y desde que se firmó el Tratado De No Proliferación Nuclear (1968), otros tres países no firmantes del mismo han realizado pruebas nucleares: India, Pakistán y Corea del Norte. Y parece que Israel también tiene armas nucleares, aunque el propio país nunca lo haya confirmado ni desmentido.

SUMARIO: Sobre la amenaza que supone este tipo de armamento

DESTACADO: El maletín nuclear, al que llaman la caja negra o pelota nuclear, viaja a todos los lugares a los que el presidente de Estados Unidos va

Desde entonces, Estados Unidos ha tenido que aceptar que un ataque nuclear de su parte traería consigo un contraataque con la misma fuerza destructiva, equilibrio de terror que durante decenios se ha mostrado la mejor garantía de paz.

Y aquí procede hablar de la guerra de Irak que, a decir del profesor Sotelo, fue atacado precisamente por no estar en posesión de armamento nuclear, de lo que Irán tomó muy buena nota, de ahí su desarrollo de la tecnología de enriquecimiento de uranio. Las naciones occidentales le acusan de hacerlo con fines armamentísticos, motivo por el que, al negarse a suspender su programa nuclear, fue sancionado en febrero de 2006 por el Organismo Internacional de Energía Atómica del Consejo de Seguridad de la ONU.

El conocido como “Trío de las Azores”, denominación que en nuestro país se utilizó en el contexto de la guerra de Irak para referirse a los máximos mandatarios de Estados Unidos, Reino Unido y España, en alusión a la Cumbre de las Azores que dichos gobernantes celebraron en aquellas islas el 15 de marzo de 2003 y donde decidieron el ataque a Irak utilizando como pretexto que este país estaba en posesión de armamento nuclear.

En España Aznar acudió al Congreso para solicitar su necesario apoyo y allí se dirigió a los diputados asegurando: “Irak está en posesión de armas de destrucción masiva”. El Partido Popular le dio su voto masivo. La guerra duró de 2003 a 2011. Un tiempo después el ex primer ministro de Gran Bretaña Tony Blair admitió que Irak no tenía armas de destrucción masiva y se acabaría disculpando por los “errores cometidos”. Bush hizo posteriormente unas declaraciones semejantes. Aznar nunca se disculpó.

Hubo un precedente del papel de los códigos cuando durante la crisis de los misiles en Cuba, conflicto diplomático y prebélico en octubre de 1962, que tuvo su origen en el descubrimiento por parte de Estados Unidos de bases de misiles soviéticos en la isla de Cuba, aliada de la URSS, contra quien se pensó en lanzar un ataque. Fue uno de los momentos de mayor tensión de la Guerra Fría que estuvo a punto de llevar al mundo a una guerra nuclear entre las dos grandes superpotencias, e incluso, según la opinión de muchos, la tercera guerra mundial. Tras diversas vicisitudes las negociaciones entre John Kennedy y Jruhtchev lograron apaciguar la crisis.

La situación de cierto equilibrio que se había conseguido con la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear de 1968, que restringe la posesión de armas nucleares y forma parte por tanto de los esfuerzos de la comunidad internacional para impedir la proliferación de armas de destrucción masiva, hoy ya no existe e incluso está mucho peor no solo porque aumentó el número de países firmantes del mismo, sino porque no se ha avanzado nada, más bien se ha retrocedido, en el desarme nuclear de los países que lo firmaron estando en posesión de armas nucleares. Y más grave aún, se ha violado el artículo segundo que prohíbe facilitar a otros Estados la tecnología para el desarrollo de estas armas, cuando lo cierto es que todos los nuevos estados nucleares la han adquirido de alguna de las cinco primeras potencias que firmaron el Tratado.

¿Un mundo cada vez más armado nuclearmente es una verdadera garantía de paz? ¿Es esto verdaderamente tranquilizante? ¿El objetivo ineludible no debería ser el desarme nuclear total?

Y termino recordando una vez más al profesor Ignacio Sotelo: “Nada parece tan cínico como recurrir al Tratado de No Proliferación para reprochar a Irán sus planes nucleares, pero tampoco nada tan amenazador para el futuro de la humanidad como el que hace ya mucho tiempo que este Tratado haya perdido toda vigencia”.

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