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La Casa de Bernarda Alba

19 de Marzo del 2021 - Ángeles Menéndez Muñiz (Las Vegas (Corvera))

Mi escrito hoy es sobre la otra cara de la moneda de hace quince días.

Las madres y también los padres (aunque pienso que ellos en menor medida) no tienen un halo de santidad por serlo; por eso me voy a centrar más en las madres e hijas.

Existen madres posesivas, tóxicas, se piensan que sus hijos son de su propiedad y quieren que actúen a la imagen y semejanza de sus pensamientos.

Las hay también envidiosas de sus hijas y muchas veces son las que añaden especias en la comida para darle salsa, malmeten en los matrimonios de sus descendientes y crea mal rollo entre sus hijos para que los hermanos acaben como el rosario de la Aurora.

Conozco casos que me han contado y otros que los sé muy bien y son tan ciertos como que todos nos vamos a morir.

Las madres que se piensan que sus hijas tienen que estar a su disposición para todo, incluso que ellas renuncien a su propia familia. Que nadie les vaya a contar sus males... Ellas son las que peor lo pasan, las más sufridoras, incomprendidas; su vida es una continua queja, si llueve porque llueve, si hace sol porque hace sol; o sea, las típicas penurias que amargan la vida a los demás si ven que no están al cien por cien en sus demandas.

Yo las llamo vampiras emocionales que dejan a los demás sin energía, ante cualquier contratiempo se descontrolan porque lo quieren tener todo bajo su dominio y si ven que no lo pueden conseguir montan unas películas de mucho cuidado.

Están también las celosas de toda persona que se acerquen a “su propiedad”, bien sean amistades o posibles parejas.

Otras son las chantajistas emocionales, siempre están enfermas, nadie les puede decir nada porque tienen el corazón tan delicado que cualquier contrariedad las perjudica.

Esas madres que cuando llegan a mayores critican a sus hijos porque no las atienden como ellas se piensan que se merecen deberían de preguntarse por qué lo hacen.

Hay madres que nunca dieron amor a sus hijos, esa palabra no estaba en su diccionario, solo había golpes, comparaciones odiosas, desinterés, reproches y humillaciones y cuando se ven mayores reclaman de ellos lo que ellas nunca les dieron.

Siempre se escucha decir que las personas cuando se hacen mayores no las aguanta nadie, son insoportables, etc. Yo pienso que según has sido de joven así seremos de mayores. Quien ha sido una lamentación permanente lo será toda su vida y quien ha vivido su vida aceptando lo bueno y lo malo sin hacer un drama así llegara al final de sus días.

La palabra “madre” es mucho más que parir, es estar pendiente de tus hijos, cuidarles, darles cariño, motivarles, darles seguridad, hablarles de la vida tal cual es y no contarles cuentos de hadas, ni decirles que ellas son delicadas y tienen que esperar a que un príncipe venga a bajarles la luna.

Hay que enseñarles también a que sean independientes; aún hoy en pleno siglo XXI se escucha decir: “A los hombres hay que respetarlos, obedecerlos, vestir a su gusto”.

“El matrimonio es para toda la vida, antes de verte separada te prefiero ver muerta”.

“El mejor plato de comida siempre es para el marido”.

“Si no le gusta que tengas amigas... ¡Qué le vas hacer, ellos son así! Pero en el fondo te quieren”.

“En el matrimonio hay que aguantar mucho, si a la primera de cambio te planteas dejarlo, ¿de qué vas a vivir, adónde vas a ir con tus hijos? Por una bofetada no vas hacer un drama, a veces ellos pierden los nervios”.

Cuánto daño han hecho desde los púlpitos esos predicadores con sus sermones arcaicos y machistas.

“Acatarás las decisiones de tu marido”.

“Serás sumisa y obediente hasta que la muerte os separe”.

“El placer es pecado, solamente tendrás unión carnal con tu marido para traer al mundo los hijos que Dios os mande”.

Los púlpitos los han usado en su propio beneficio para predicar el oscurantismo, pero ellos tienen bula para todo, es de sobra sabido que uno es predicar y otro dar trigo.

La obra de teatro “La casa de Bernarda Alba”, escrita por el poeta Federico García Lorca nos lleva a la España profunda, donde la mujer tenía un papel secundario y lo que primaba era el fanatismo religioso y el miedo a descubrir la intimidad.

Bernarda y sus hijas son un claro reflejo de la realidad que heredaron nuestras antepasadas y ellas lo dejaron de herencia a nuestras abuelas y madres.

Por desgracia vamos involucionando, todos los días vemos que a pesar del tiempo transcurrido hay quien pretende que volvamos a los tiempos de misa diaria, mantilla y recato como mandan las buenas costumbres.

Quien ose ser la oveja negra ya le ponen la cruz.

¡Qué hartazgo de hipocresía!

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