La movida madrileña
Tuve la santa paciencia de tragarme de punta a rabo el cronicón de la expedición sierense al santuario olímpico de la CEOE en la capital del reino. Un cronicón tan vasto como vacuo que me podía haber ahorrado con solo leer el titular de la segunda parte del mismo, que lo resume todo: treinta asturianos y un vasco... El vasco era el jefe de la "casa" y no sabemos en estos momentos si, para la celebración del evento, cedió sus instalaciones "gratia et amore" o más bien sin ninguno de los dos, esto es, "sine gratia nec amore", tal como parece desprenderse de su actuación. Efectivamente el anfitrión, una vez cumplido su papel protocolario de bienvenida, ahuecó el ala sin esperar siquiera a la intervención del jefe de la expedición, el regidor de Siero. El dato suena demasiado fuerte, y yo personalmente no le hallo explicación por más que lo intente. Pero seguro que la tiene. Me imagino el bochorno reinante en el ambiente: el alcalde de Siero, en la tribuna de un local madrileño (como si en el concejo no hubiera un hermoso auditorio donde reunirse), explicándoles a 29 ciudadanos asturianos las excelentes potencialidades industriales del ombligo el Principado, la localización geográfica privilegiada de Siero, a media hora de las playas, y de las estaciones de esquí, y de la cueva de la Santina (el último añadido es mío). Siero para vivir y para invertir. En breve habrá que preguntar a los moradores de Bobes, o de San Miguel, o de Granda... hasta qué punto ambos términos pueden ser incompatibles. Al parecer, la intervención del Alcalde recogió a continuación un par de dedicatorias florales a cargo de dos autoridades del Principado, que de alguna manera se veían en la obligación de justificar su presencia en la comitiva. Para ese entonces, los representantes del PP en la expedición estaban a punto de largarse a rendir pleitesía a su diva madrileña, Isabel D. Ayuso, en sus aposentos palaciegos de la antigua DGS, otrora nido indeleble de torturadores franquistas. El resto del grupo decidió que lo mejor era ir al grano en un comedero cercano, tratando de buscar algo más sustancial. El cronista, seguramente harto de tanta vulgaridad informativa, eludió detallar los componentes del menú, así como la factura del banquete. Es muy probable que nunca lleguemos a conocerla, pero podemos estar seguros de que nos la pasarán.
Ismael Almanza Riesco
Pola de Siero
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