En Madrid, un suicidio político
Nos desagrada hablar o comentar sobre el nauseabundo tema político, entre otras razones porque estoy harto de ella desde 1936, en la que aquella guerra fratricida me apañó con 16 años y destrozó mi vida y cuanto prometedor había en ella. Y como la viví y sufrí en los dos bandos, izquierdas y derechas, que tanto ayer como hoy, con diferentes ropajes formativos y culturales, se puede decir que vienen a ser lo mismo, con igual pelaje. Lo políticos de ayer, en la República, era más correctos y considerados en sus enfrentamientos dialécticos en el Congreso. Hoy, el Congreso es todo un gallinero con gallos de pelea que se descalifican, se insultan y a sus señorías solo les falta ya que tirar de navaja a la yugular. Y todo por las puñeteras ideologías políticas de cada uno, de izquierdas o derechas, que son primero que la pandemia y la grave situación que vivimos social y económica, con ruina y hambre por todas partes. Apocalíptica situación que parece no preocupar a nuestros políticos, que tenían que dejar en casa sus ideologías y hacer un frente común para luchar contra este gran enemigo pandémico y económico.
Y ahora vamos a lo de un suicidio político en Madrid. El señor Iglesias, primer vicepresidente del Gobierno que preside el señor Sánchez, acaba de lanzar el bombazo de que deja la Vicepresidencia para ser candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, y lo hace cuando el presidente está en París, reunido con el presidente francés, y cuando el señor Sánchez había ya propuesto para esa Presidencia al señor Gabilondo. Nada, que el señor Iglesias es el que manda, y hace de su capa un sayo. Aquí lo que procedía políticamente era la fulminante destitución del señor Iglesias, el cual si lo hace es porque sabe que el señor Sánchez lo necesita a él y a su partido de Podemos para seguir gobernando. Y se tragó ese sapo al hacer suya esa usurpación de autoridad del señor de la coleta, que quiere para Madrid, además de mandar para casa a la señora Ayuso, un comunismo soviético leninista y estalinista de puño en alto. Parece ser que el señor Iglesias no se ha enterado de que el muro de Berlín ha sido derribado hace ya unos cuantos años. Y que Rusia es hoy un país libre y democrático. ¡Ah!, y que en este carpetovetónico país el comunismo y el fascismo son historia.
Las elecciones que se celebrarán en mayo en Madrid van a ser muy reñidas porque la izquierda quiere por todos los medios desalojar a la derecha del Gobierno, que es por lo que lucha ahora el señor Iglesias, liderando esa causa. Que tiene posibilidad de ganar si esa unión de la izquierda madrileña es total y compacta. En lo que respecta a la otra parte, también tiene sus posibilidades como acabamos de comprobar al conectar con Madrid y preguntar a dos familiares, unos amigos y otros amigos y compañeros de montañismo y esquí (que colaboraron con nuestro GVMA, Grupo de Veteranos de la Montaña de Asturias) y todos vienen a coincidir en lo mismo, que están conformes con el Gobierno que tienen. A esto hay que agregar al comercio, bares y hostelería. Nada, que la cosa está muy igualada electoralmente en la capital de España. ¿A quién le caerá esa castaña?
Concluimos esta reflexión con una obligada pregunta, ¿qué será de don Pablo Iglesias si en los comicios de mayo queda fuera de circulación? Hombre, puede ser recuperado, tragándose un sapo más el señor Sánchez, a su redil gubernativo para seguir en su queridísima y bien amada Moncloa; o también que el señor Iglesias rompa la baraja y, también por su codiciada Moncloa, rompa el pacto con los socialistas y provoque unas elecciones y que en ellas pueda tener la suertecilla de que, fallido el Gobierno de Madrid, consiga ahora el de España. Entonces sí que sería suya esa castaña.
Elucubraciones aparte, si pierde el Gobierno de Madrid, ello supone para el señor Iglesias un suicidio político. Creo que lo que procede ahora, después de este suicidio, es que el señor Iglesias haga las maletas y emprenda un viaje bolivariano sin retorno. Esta decisión sería beneficiosa también para su partido, que merece todos mis respetos.
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