La salud mental en tiempos de pandemia
“Seis de cada diez españoles tienen síntomas de depresión o ansiedad y diez personas se suicidan al día en nuestro país” (sic) aseguraba el político Íñigo Errejón en el Congreso de los diputados. Nunca mejor definición de tal institución: de los diputados.
Esta vez Errejón sí dejo claro que el Parlamento es la representación del pueblo español, recuperó el sentido tantas veces olvidado de la cosa pública, conectó con las preocupaciones de los ciudadanos y, lo más importante, sacó a la luz el gran drama oculto de las enfermedades mentales y la necesidad de mejorar en concienciación social y medios en los centros de salud.
Una luz en el tosco, zafio e intransigente parlamentarismo patrio. La prueba de lo anterior es que un boca chancla y patoso opositor le gritó que fuera al médico. Frase con la que pretendía estigmatizar al señor Errejón sin darse cuenta de que banalizaba a los enfermos que precisan atención médica.
De no tratarse de un asunto tan grave, la coz del espontaneó hubiera pasado totalmente desapercibida. Estamos acostumbrados (y esto es muy preocupante) a que nuestra política este dividida en bloques aislados, sordos y que no se generen debates constructivos, sino tan solo mordiscos e insultos.
La parte positiva (siempre hay algo positivo) es que gracias al diputado faltón se ha podido dar luz y presencia al problema denunciado, que hubiera pasado desapercibido para la mayoría de los medios de comunicación. Estos últimos también arrinconados, con más o menos disimulo, en bandos.
Al mismo tiempo, nuestros políticos cada vez bajan más el tono y articulan las palabras con cadencias musicales. Parece como si hablando bajo y situándose en la falacia de lo políticamente correcto no sembraran más odio entre las partes.
Esta mediocridad atrae más mediocridad preocupada por el cargo porque las personas válidas huyen despavoridas ante tanto resentimiento.
Unamuno que decía que los hombres gritan para no oírse. Esta frase es cierta pero solo en el caso de los políticos. No nos merecemos esto. La sociedad española escucha a sus oponentes y llega a acuerdos. En las empresas, en las familias, en las comunidades de vecinos, en todos los ámbitos somos tolerantes, aunque no mantengamos las formas. Nuestra cultura es amable, hospitalaria, generosa y de luces largas.
Me hago eco del gurú americano de moda, Jordan Peterson “un mundo en que solo tú y las personas que piensan como tú sois buenos también es un mundo en el que estás rodeados de enemigos empeñados en destruirte, enemigos que hay que combatir”.
No estamos representados por nuestra clase política y me temo que tardaremos mucho tiempo en estarlo. La ventaja es que la sociedad camina, afortunadamente, ajena a esa aristocracia que se retroalimenta cada día.
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