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Investigar en España: anomalías temporales

26 de Marzo del 2021 - Pablo Liberal

Pablo Liberal

En los viajes al espacio la velocidad del tiempo se ralentiza. La teoría de dilatación gravitacional predice que se envejecerá más lentamente mientras se está en órbita o en viajes interplanetarios. Nuestro ministro de Ciencia e Innovación, don Pedro Duque, puede haber experimentado ese fenómeno en sus visitas al espacio como astronauta, tanto en el transbordador espacial Discovery como en la Estación Espacial Internacional. Es el único español que ha tenido esta experiencia hasta el día de hoy. Pero eso no quiere decir que sea el único compatriota que haya experimentado anomalías en la percepción del tiempo.

PARA DAR COMO COLUMNA DEL LECTOR

El concepto de año medido en días depende de la órbita de cada planeta y de su velocidad de rotación. En Marte, un año dura 687 días, y en Mercurio 88 días, mientras en la Tierra todos sabemos que dura aproximadamente 365 días. Todos los ecosistemas, animales y plantas y otros seres vivos de la Tierra se han adaptado a ese ciclo. Todas las civilizaciones, de forma consciente o inconsciente, han modelado su ritmo de vida a esa realidad reflejada en la temperatura, la luz y los fenómenos estelares. Todas menos una: la principal institución científica de España (y segunda de Europa en personal), el CSIC, parece que ha adoptado un calendario más cercano al del planeta Venus (año de 225 días).

En lugar de tener un calendario de enero a diciembre, el CSIC suele empezar su operatividad económica en marzo (o abril) y cierra el ejercicio económico en octubre o noviembre. Durante esos 4 a 6 meses al año, no se puede hacer un contrato, ni un pago ni una compra, ni iniciar una investigación. Son meses que desaparecen todos los años como en un relato corto de Marcel Aymé. Esa ascendencia de Venus sobre el calendario administrativo de la ciencia española es difícil de explicar y seguro que muchos sesudos astrólogos lo han intentado. Lo cierto es que es un lastre para los que investigamos en este país, pues en otras instituciones de otras partes del mundo posiblemente el año tiene doce meses y no siete como en el CSIC. Otra anomalía temporal de la ciencia española.

Los científicos españoles que presentamos proyectos a las distintas convocatorias nacionales compartimos el privilegio de disfrutar anomalías temporales con nuestro ministro. Cuando tenemos la suerte de conseguir financiación para algún proyecto, la notificación positiva puede llegar en otoño tras el nebuloso proceso de selección, pero el inicio del proyecto aparece con fecha de primero de enero de ese mismo año, o sea, que el proyecto de dos o tres años ya ha perdido hasta diez meses de tiempo de ejecución o el investigador tiene que retrotraerse al mes de enero a través de una máquina del tiempo para poder ejecutarlo correctamente.

El ministro actual prometió corregir esas anomalías temporales (y así el ministro mantendría su exclusivo título de ser el único español que ha experimentado dos velocidades temporales) y hasta llegó a circular un borrador de calendario para fijar fechas y convocatorias, pero ese borrador ha resultado ser similar a los calendarios de Forges: sirve para generar sonrisas (en este caso de incredulidad).

Aparte de esas curiosas anomalías temporales administrativas, y a pesar de que la pandemia actual debería haber demostrado que lo de tener una estructura científica operativa no es un lujo sino una necesidad, la ciencia española no se recupera del cataclismo que resultó de la gestión de Luis de Guindos en las legislaturas anteriores. Durante su etapa como ministro de Economía, Industria y Competitividad, la ciencia de España a nivel nacional, incluyendo el CSIC, dependía de él, bajo el paraguas de la Competitividad. Si su gestión hubiese durado más, habría dejado la ciencia española como dejó Lehman Brothers (bancarrota en 2008), aunque con la diáspora de jóvenes investigadores y el surrealismo kafkiano de lo que queda de administración de la ciencia consiguió que todos los científicos e investigadores viajásemos hacia atrás en el tiempo más de diez años. Un triste viaje de diez años de retroceso que ha sufrido la sociedad española y que quizás explica por qué incluso Brasil ya está administrando su propia vacuna contra el covid (Instituto Butantán-Sinovac) y aquí, los heroicos esfuerzos de nuestros excelentes virólogos están aún lejos de tener un efecto sobre la pandemia. Quien sabe, sin esas legislaturas de destrucción del tejido científico español algunos de los muchos que nos han dejado en esta tercera ola, vacunados en tiempo, estarían aún entre nosotros.

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