Crónica de una muerte inminente: la ruinosa situación del palacio de Celles
Han pasado muchos años desde que mi abuelo me llevó por primera vez a ver “los leones del palacio”. Aquel antiguo lugar me causaba curiosidad, incluso temor, observando aquellos animales defendiendo su escudo de armas, indiferentes e imperturbables ante el paso del tiempo, o al menos eso creía. Hoy, con 21 años y finalizando mis estudios universitarios en Historia, me he dado cuenta de que el tiempo no solo puede alterar su guardia, sino destruirla y olvidarla. Me es imposible seguir callando acerca de la deplorable situación en la que se encuentra el conocido como “palacio de Celles”, y más difícil me es seguir sin actuar en esta materia.
Es sabido que el edificio lleva en un ruinoso estado desde hace años, como he dicho, desde que tengo memoria. El palacio remonta sus orígenes a la Baja Edad Media (siglos XII-XV), puesto que el emplazamiento en el que se sitúa ahora fue antes ocupado por una torre medieval, con el tiempo derruida y sustituida por la actual construcción. Se inician las obras en el siglo XVI, siendo reformado varias veces y sufriendo ampliaciones y mejoras, como es el caso de la fachada barroca, por fortuna aún en pie, del arquitecto Domingo Andrade, pionero de dicho estilo en Galicia y autor de la Torre del Reloj de Santiago de Compostela.
Nuestra región es aclamada como una comunidad llena de historia y cualidades culturales enormes, desde la gótica Catedral ovetense o el antiguo y único Prerrománico asturiano hasta cualquier iglesia de las villas más pequeñas de nuestros concejos, y no falta razón en ello. El problema llega cuando a la hora de la verdad, las palabras se desvanecen y solo quedan pedazos de nuestro pasado en la puerta de nuestras casas, que, irónicamente, dejamos que se caigan a trozos, vendidas a su suerte.
He visitado el lugar, está destrozado. A nivel estructural interno, los suelos han desaparecido y los tejados no tardarán en terminar de derrumbarse. El patio interior a cielo abierto está completamente tomado por la vegetación, por no hablar de la cantidad de suciedad y basura que se encuentra por los suelos. Su estructura de madera terminará por venirse abajo; sin embargo, creo que aún se está a tiempo de salvarlo.
Conozco la complicada situación administrativa de la propiedad, e intuyo que posiblemente las competencias requeridas para una actuación de los poderes públicos pasen por la administración provincial, y no sean simples. De todas maneras, me niego a creer en la imposibilidad de actuar sobre la materia, en negar la ayuda a un Bien de Interés Cultural que necesita de un improrrogable socorro. ¿Qué clase de sociedad somos si dejamos agonizar a nuestra cultura?
El tiempo se acaba, y corre en nuestra contra.
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