Una guardería que es un tesoro
Hace casi tres años dejamos en manos de un grupo de «desconocidas» nuestro «bien» más preciado. Primero fuimos con recelo, luego con exigencias, haciéndoles ver que debían tener cuidado extremo con lo que poníamos en sus manos y a la larga dejamos nuestro «bien» como en nuestras mismas manos, con mayor confianza y familiaridad de lo que nunca habríamos pensado. Este «bien» comenzó a andar, a hablar, a comer, a limpiarse los dientes y a realizar un conjunto de actividades que nunca estaremos seguros de si nosotros solos hubiésemos sido capaces de llegar a enseñarles. Este «bien», chiquitito, indefenso, eran nuestros niños. Cuando nos dimos cuenta de que nuestros hijos nos dejaban a la puerta de la guardería sin mirar atrás y casi sin decirnos adiós o darnos un beso fuimos conscientes de que algo había cambiado, que ellas, esas «desconocidas», eran tan importantes en la vida del niño porque algo bueno, muy bueno, estaban haciendo. Cuando vamos al parque nuestros hijos son educados, cuando les enseñamos actividades ya lo saben, cuando los dejamos con otras personas destacan por su sociabilidad y su saber estar. Todo esto es debido al trabajo bien hecho, al cariño y la atención de un grupo de mujeres que hacen su trabajo con rigor y con dedicación. Todos nosotros, hace más o menos 3 años, decidimos dejar a nuestros hijos en la Guardería de la Universidad de Oviedo, y fue, con el tiempo ya pasado, la mejor decisión que pudimos tomar. Por todo ello queremos manifestar nuestro más sincero agradecimiento y cariño a todas las que habéis participado en el cuidado de nuestros hijos. Siempre estarán en nuestra mente vuestros nombres y esperamos que esta nota sirva para hacer público nuestro reconocimiento y agradecimiento y recompensar todo vuestro esfuerzo.
Un millón de gracias.
Los papás de Alba, Aurora, Beltrán, Dani, Manuel, Marina, Nicolás, Pelayo, Ramiro, Raquel, Sira, Victoria…
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