Gorki
No puedo ser antisemita porque me gusta Gorki.
Para mí fue el principal autor ruso. Leí sus novelas cuando, como estudiante, viajaba en el subsuelo desconcertado por sus cuentos que reflejaban el hambre sufriente de la vida oculta en la indigencia. Uno de los suyos me impresionó, “La Madre”. Una autobiografía de sus inicios como escritor, cuando, muy pobre, trabajaba como pintor de casas en los techos de las torres de burbujas de cebolla de las iglesias rusas contratadas por el Santo Sínodo.
Gorki es un maestro del retrato, un miniaturista que trae cuadros de las pequeñas vidas de sus compatriotas en los cambiantes y atormentadores días previos a la Revolución.
Su literatura se asemeja al arte de pintar de Rembrandt o Van Gogh. Disfruta del mismo colorista contundente y definitivo. En unos pocos párrafos se refleja una situación, una fase, un rostro, un paisaje. Esboza las vidas de los desamparados revelando el sufrimiento de la vasta tierra rusa. Su prosa transmite del enorme país su dureza, su discurso, sus canciones, sus mitos con una mezcla de crueldad y ternura. La obsesión de Maxim Gorki (su nombre significa el amargo) eran los niños abandonados que deambulaban por las calles de las grandes ciudades, las jóvenes seducidas y prostituidas. Pero por sus libros desfilaron terratenientes arruinados, escritores hambrientos y exseminaristas que llevan a la bebida ya la revolución.
En esa actitud se hace pasar por un evangelista tratando de redimir a los necesitados y la confusión, el pobre moujik o el intelectual desposeído.
También ataca el antisemitismo. Esta entrada que hizo en su diario la cito para probar mi argumento:
“No creo que en el curso de mi vida haya lastimado de ninguna manera a una sola persona de esa nación firme y perseverante, sin embargo, cuando me encuentro con un judío, recuerdo mi relación racial con la fanática secta del antisemitismo. Siento pena por las locas acciones de mis compatriotas en ese sentido, condeno esos libros que justifican el odio. Son repugnantes, escritos con un diseño feo y poco moral... páginas que representan la ignorancia, un chillido de ira (chillones que son), salvaje batir bramidos, y rechinar los dientes a regañadientes y envidiosos”.
En los tiempos que ahora corren de pestilencia y corrupción política, algunos cayeron en la tentación de culpar a los israelitas del flagelo de covid que aflige al planeta en 2021 y ven en todo esto un gran tinglado de una aleve conspiración. Puede que algo haya, pero es un improperio acusar a los judíos de la misma. El bujen judío es amante de la paz y se saluda con una palabra preciosa: “Shalom”.
Es un tema fácil e injustificado. Una salida. Personalmente creo que somos nosotros los culpables por nuestro egoísmo, nuestra codicia. Probablemente el final esté cerca. Esté preparado y ore. Mientras tanto, seguiré regocijándome con las obras maestras de Gorki. Era un libertario que fue expulsado del Pecus debido a su mente libre e independencia.
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