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Nota a la réplica de Luis Fernández González al artículo de Alberto Torga

18 de Abril del 2021 - Juan Goti Ordeñana

Empezar un artículo acusando de ignorancia obscena a mi amigo Alberto Torga, hombre preciso en sus estudios, que examina una realidad comprobada por sentencias, lleva a preguntarse quién es el que escribe tales barbaridades. Además, una ignorancia no puede ser obscena, si no mirar el diccionario de la RAE. Por lo que el autor muestra una ignorancia supina. Cuando alguien se opone a una opinión tiene que responder a los argumentos de la otra parte, y en este caso se sale por peteneras. El autor del artículo demuestra que no tiene ni idea de la lógica, pues contesta con desaforado rencor, sin atenerse a lo que propone al artículo que critica, por lo que no está en la realidad.

En esta nota solo le voy a señalar dos puntos: uno, lo de las guerras de religión, que no conoce en profundidad, y el segundo y más importante, de dónde proceden los principios que dice defender.

Señala las guerras de religión sin venir a cuento. Lo que vulgarmente llaman guerras de religión no se luchó por alguna religión. La primera fue más bien el rechazo de los príncipes alemanes al emperador Carlos V. De esta guerra solo le voy a dar el testimonio de una persona que estuvo en Augsburgo cuando se acordó la paz, Diego Lainez, quien escribe lo siguiente en una carta: "Dicen que da un grande impedimento (para llegar a un acuerdo) la enemistad antigua que tienen la casa de Sajonia y del conde Palatino a la casa de Austria, que dicen que es tal que, por contrariarla, si se hiciese luterano (el emperador), esotros se harían católicos". Este testimonio del momento define la guerra como fruto del odio que tenían los príncipes de Sajonia y el Palatinado a la casa de Austria. Luego la guerra de religiosa tiene poco. La de los Treinta Años, con sus cuatro etapas, en realidad fue contra hegemonía del sacro imperio romano-germánico, por lo que en el cuarto periodo francés un cardenal, como Richelieu, no iba a luchar contra su religión. En verdad luchó por la hegemonía en Europa, que lo consiguió, y así abrió el siglo hegemónico de Francia.

En cuanto al segundo punto, en el que señala sus objetivos laicistas, no sabe de qué se trata. En primer lugar, el mismo concepto de laico desconoce que desde el siglo IV, al menos, laico es el miembro de la Iglesia que no es clérigo. Por lo que es un abuso esta calificación de laico, aunque se haya generalizado la palabra. Los que primeramente usaron este término, como Jovellanos en el siglo XVIII, eran creyentes, miembros de la Iglesia, que criticaban elementos de la estructura eclesial. Ahora, sin embargo, se trata de un verdadero abuso el uso de la palabra, pues incluye a los que odian a la Iglesia.

SUMARIO: La polémica por las inmatriculaciones de los bienes de la Iglesia

DESTACADO: Desde el siglo IV, al menos, laico es el miembro de la Iglesia que no es clérigo. Ahora, sin embargo, es un verdadero abuso el uso de la palabra, pues incluye a los que odian a la Iglesia

Pero más importantes son los tres principios que señala como propios: la libertad de conciencia, la igualdad y el bien común. Si defiende estos tres principios, ¿cómo no se califica de católico integral? Pues estos principios son los de la doctrina social de la Iglesia. Si conociera algo de la evolución de las ideas, sabría que esta es la doctrina que nos enseñó la escuela de teólogos de Salamanca del siglo XVI, que empezó con Francisco de Vitoria. Escuela que enseñó la igualdad de todos los hombres como doctrina esencial de la Iglesia, cuando al proponerle a Vitoria el problema de los indios de América, dijo: ¿no son hombres? Luego tienen los mismos derechos que los españoles. Enseñanza de esta escuela son, también, que la soberanía reside en el pueblo, que la mayoría de este puede nombrar sus dirigentes y que el Gobierno ha de trabajar por el bien común. Que si no cumple con este fin, la mayoría le puede destituir y nombrar otro. Y, además, enseña que la sociedad debe tener suficiente instrucción para desarrollar la función de crítico del poder. ¿Cómo este autor desecha a la Iglesia, si defiende los mismos principios? ¿No será que la ignorancia supina que muestra es muy atrevida? En cuanto a la libertad de conciencia, los primeros cristianos, siglo II, sostuvieron: obedecer antes a su conciencia que al emperador.

Por fin toca algo el tema del artículo criticado: el hecho de las inmatriculaciones de los bienes de la Iglesia. No propone ninguna razón para oponerse, más que se inmatricularon en tiempos de una ley franquista, si en realidad no fueran auténticas por este motivo, ¿cuántas actuaciones de los registradores de la propiedad habría que anular? Y en cuanto a la catedral de Córdoba, ¿qué tiene en contra? Según su opinión, no solo la catedral, sino toda la ciudad de Córdoba habría que entregar a los musulmanes. Fernando III, el Santo, al conquistar esta ciudad entregó la mezquita a la Iglesia. ¿Después de nueve siglos de propiedad, se puede poner en litigio?

La falta de lógica del artículo muestra con qué falta de razón actúa la izquierda contra la religión católica, apropiándose de sus principios y con odio porque no pueden mostrar la legitimidad de su ideología.

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