La intrascendente columna de Juan José Millás
Juan José Millás no nos habla en su habitual columna de LA NUEVA ESPAÑA de disputas políticas, ni de crisis económicas, ni de la preocupante evolución del coronavirus; nos habla de los insignificantes e intrascendentes sucesos que le ocurren a diario, en el autobús, en la calle, o en su propia casa, como ha sido el último que he leído y que me ha animado a escribir estas líneas. Es asombroso cómo puede elaborar su columna con tan poco material, manteniendo el interés del lector hasta el punto final como si de un importante asunto se tratara. Algo parecido, creo, a lo que hace Amor Towles con las peripecias del conde Rostov, confinado en Hotel Metropol. Quizá detrás de su amable aspecto escondan las columnas de Millás mensajes mucho más profundos de lo que a primera vista parece, y quizá, también, sea su exquisita técnica la que capte el interés de los que no sabemos distinguir un pleonasmo de un eufemismo y estamos siempre deseando aprender dónde poner, o no, una coma o un punto y aparte.
Cuenta Millás que un vecino de su casa llamó a su puerta en solicitud de ayuda para abrir una lata de sardinas, un vecino anciano para más señas. Le invitó Millás a entrar y ayudándose de un Explorador (no pongo explorador entre comillas porque él no lo hace, aunque sí con mayúscula), con un Explorador, digo, le abrió la lata de sardinas, después de lo cual el vecino anciano le ofreció la mitad de las sardinas para pagarle el favor. Millás pensó que debía aceptar la oferta por cortesía, pero se le ocurrió proponerle que se comieran la lata los dos juntos en la cocina al tiempo que tomaban unos vinos, propuesta que el vecino aceptó encantado, terminando felizmente la velada viendo ambos la televisión en amor y compaña, después de que el anciano comentara que le pondrían la vacuna quizá sí, quizá no.
Lo primero que se me ocurrió después de leer la columna de Millás fue aprovechar la ocasión para denunciar vehementemente la dificultad que entraña abrir una lata de sardinas con el modernísimo sistema de tirar de una anilla, tarea imposible para un octogenario dada la hercúlea fuerza que para ello es necesaria, y lo digo por experiencia, añadiendo que, en caso de conseguir abrir la lata, es muy probable que te salte el aceite o te cortes un dedo. Veo que Millás, aunque no sea octogenario, conoce bien el problema y, por ello, decidió desde el primer momento utilizar el Explorador, instrumento ancestral escondido en el fondo del cajón que, como sucede con frecuencia, es mucho más útil que los que le han sucedido en la actual pasión por el avance tecnológico.
La visita de un vecino en solicitud de ayuda en caso de emergencia, como el que nos ocupa, es hoy acontecimiento extraordinario en las comunidades de vecinos, contrariamente a lo que el término “comunidad” pudiera sugerir. Yo recuerdo perfectamente cómo en mi niñez los vecinos, mejor las vecinas, en las casas de dos o tres pisos, se pedían entre sí una cebolla o una taza de harina o de azúcar como algo de lo más normal, y aún lo sigo viendo de vez en cuando en La Corrada (aprovecho para poner el pueblo de Soto del Barco en el mapa), donde paso el verano, pero no recuerdo que en los sesenta años que llevo viviendo en la ciudad en una comunidad de vecinos alguno de ellos haya venido a pedirnos ni siquiera un diente de ajo, ni tampoco recuerdo, desde luego, que lo hayamos hecho nosotros. Por supuesto, creo que Millás está diciendo mucho más de lo que parece, y se me ocurre pensar, una vez más, si, efectivamente, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Me queda la duda de si el señor Millás y su vecino se habrán puesto fácilmente de acuerdo sobre el canal de televisión más apropiado para escuchar las noticias. Sorprendentemente, quizá, así parece, dado que terminaron la velada sentados en el sofá, muy contentos, como si fueran un matrimonio (mi hermano Santiago, a los 10 años, decía distinguir en el cine a las parejas y a los matrimonios).
Me gustaría seguir disfrutando aún mucho tiempo de la intrascendente columna de don Juan José Millás en LA NUEVA ESPAÑA.
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